Tipos de construcción. A tingladillo y a tope
En nuestro entorno los característicos cascos a tingladillo del
Atlántico europeo empezaron a ser sustituidos por los cascos
lisos en el preludio del Renacimiento. Ambas técnicas constructivas
son conceptualmente opuestas. Mientras un casco
a tingladillo es construido solapando las tablas exteriores del
casco y dotándole posteriormente de su estructura interna, el
casco liso, que ha perdurado hasta la actualidad, se inicia
construyendo el esqueleto que será luego cubierto de un
forro de tablas unidas entre sí por los cantos, o a tope.
Ambas técnicas tienen sus ventajas e inconvenientes. El interés
principal del tingladillo reside en la posibilidad de
uti-lizar madera recién talada o verde para construir el
casco, sin comprometer la estanqueidad del mismo. En los
cascos a tope, una predeterminación mucho más precisa de
la forma del barco permitió optimizar la capacidad de
carga. Este factor era especialmente interesante de cara a las
nuevas y largas rutas de las Carreras de Indias y Terranova.
Réplica de un potín de pesca del siglo XIX construido por la
asociación Albaola. La construcción de los cascos lisos en los astilleros
vascos se desarrolló plenamente en el Renacimiento, sustituyendo
al tingladillo y perdurando hasta la actualidad. © José Lopez
Herramientas de calafatear, para introducir la estopa entre las
tablas a tope. © José Lopez
Herramientas de calafatear, para introducir la estopa entre las
tablas a tope. © José Lopez
Herramientas de calafatear, para introducir la estopa entre las
tablas a tope agua, la expansión de la madera al mojarse garantizará la estanqueidad
del casco. El casco liso tendrá la ventaja de deslizarse
suave y sigilosamente por el agua. © José Lopez
A tingladillo. Al estar las tracas del casco solapadas pueden ser
más delgadas, obteniendo una embarcación ligera. Además, para
su realización puede emplearse madera verde o recién talada. Sin
em-bargo, el relieve del casco produce unas turbulencias durante
la na-vegación, perceptibles por un sonido característico; además
de in-cidir en la hidrodinámica del barco, estas turbulencias
podrían de-latar su presencia entre ciertas especies a capturar,
como la ballena. © José Lopez
Modelo de la lancha del Consulado de Donostia. Un casco a
tingladillo es fácil de identificar: las tracas solapadas ofrecen un
re-lieve visible a distancia. Las pequeñas embarcaciones oficiales
y militares eran frecuentemente construidas en tingladillo, debido
a que a menudo eran guardadas en seco y podían así ser botadas
en cualquier momento sin sufrir problemas de estanqueidad. © José Lopez
El pecio de Urbieta. Se trata de una pinaza venaquera, de la
segunda mitad del siglo XV, excavada en Gernika. Esta embarcación,
construida enteramente a tingladillo, corresponde al período
final del empleo de esta tecnología. En el siglo siguiente desaparecerá
para ser sustituida por el casco a tope. © José Lopez
Rajado de tabla a la veta, en Aezkoa. © José Lopez
Escena de la Biblia de pamplona de 1194, de Sancho El Fuerte
(manuscrito Harburg-Oettinghen). El empleo del hacha por los
carpinteros de ribera se asocia con un período en el que no se
empleaba la sierra para obtener las tablas. En su lugar se procedía
a abrir los troncos insertando cuñas, primero con la ayuda de mazos,
para despiezar los troncos y después rajarlos siguiendo la veta
de la madera, con el hacha. Finalmente se desbastaban con hachas
de menor tamaño. © José Lopez
Hacha vasca; fabricada por los Erbiti en Leitza, Nafarroa. © José Lopez