Lanchas fleteras y quechemarines
Las lanchas fleteras vascas nacen de la adaptación de las lanchas
de pesca para el transporte. Durante siglos, y hasta la
desaparición de ambas a raíz de la motorización, han compartido
la misma tipología. La lancha fletera difería por disponer
de un espacio interior despejado de bancadas para
fa-cilitar la estiba. Por otro lado, en muchos casos también
solían ser de mayor arqueo, aunque eran tripuladas por unas
cinco personas aproximadamente. En Francia se producirá
una evolución de la lancha fletera, que derivará hacia una
tipología llamada chasse-marée o quechemarín. En el siglo
XVIII el quechemarín, inicialmente similar a la lancha, irá
transfor-mándose hasta convertirse en una embarcación diferenciada,
que servirá tanto para la pesca como para el
pequeño cabotaje. Una adaptación local desarrollada en las
costas de Bretaña y Normandía recibirá el nombre de bisquine,
cuya etimología proviene del término biscayenne (vizcaína).
Aparentemente es similar a la lancha fletera, sin embargo en
la obra viva el codaste es más profundo, dando más verticalidad a
los finos de popa y mejorando así la ceñida. Posteriormente, a esta
embarcación se la dotará de una vela de mesana e irá aumentando
su arqueo; así irá evolucionando hasta su pleno desarrollo co-mo
embarcación diferenciada. © José Lopez
Esta lancha fletera corresponde a la última época de la vela en
el País Vasco. La considerable superficie vélica y la radicalidad del
di-seño son una reacción a la amenaza de la marina motorizada.
Lla-ma la atención el tamaño de la trinqueta, casi tan grande como
la ma-yor. Ambas están aparejadas “al sexto” y la mayor, debido a su
gran tamaño, está amurada al pie del mástil para facilitar la maniobra.
"Nª Sª de la Concepción, una de las tres pleitxeruak (fleteros) de
Simón Berasaluze Arrieta. Copia del óleo hecho en Baiona por el
pintor G. Gréze, el año 1878". Óleo, obra de Simón Berasaluze
Aginagalde. © José Lopez
Plano de formas de lancha fletera. Esta lancha fletera del siglo
XIX construida por el astillero Mutiozabal de Orio refleja las características
comunes a este tipo de embarcación. Tanto el poco calado
como las líneas de agua del casco son semejantes a las de las
lanchas de pesca contemporáneas, y estaban igualmente aparejadas
de trinquete y mayor. Sin embargo las lanchas fleteras eran de
mayor porte, arqueando de doce a sesenta toneladas. © José Lopez
Las formas llenas del casco del quechemarín exigen una gran
superficie vélica para navegar con vientos suaves: mayor y trinqueta
con sus gavias, más los foques y la mesana, que ayudarán a mejorar
el gobierno del barco con vientos de bolina, facilitando el trabajo
del timonel. Las repentinas variaciones meteorológicas del Golfo de
Bizkaia requieren poder arriar rápidamente las velas altas, quedando
el barco en condiciones de navegar con viento fresco. Si el
viento arrecia aún más el aparejo se puede reducir a sólo la mayor
y la trinqueta, es decir, un aparejo típico de chalupa. © José Lopez
Caja de cuadernas de una lancha fletera, Zumaia, 1869. La
inestabilidad inherente a los barcos de escaso calado era compensada
en las lanchas con una carena de fondo plano. Al mismo
tiempo, estas formas maximizaban la capacidad de carga. La escasa
obra viva de estas embarcaciones requería el uso de una orza
lateral para reducir el abatimiento. © José Lopez
Plano de arboladura de un cachemarín (quechemarín). En
esta imagen es evidente la complejidad de estays y obenques necesarios
para sustentar los mástiles y sus masteleros. También podemos
ver las bandas de rizos destinadas a reducir la superficie de
las velas bajas, y la presencia de una pequeña gavia de mesana. © José Lopez
La Granvillaise es réplica de una de las últimas bisquines
construida en 1990, en Granville, en el golfo de Saint-Malo por la
“Association des vieux gréements”. Las pruebas de navegación
confirmaron las extraordinarias cualidades náuticas de esta tipología,
destacando la maniobrabilidad. © José Lopez