De la vela a la máquina
La derrota de Trafalgar y la pérdida de las colonias de Ultramar
acabarán con el poder marítimo de España. A partir de
ese momento, en el País Vasco se construirá mayoritariamente
una tipología variada de barcos de tamaño medio,
como goletas, bergantines o quechemarines, acompañando
a la eterna lancha fletera. Surgirá el barco de vapor, que será
rápidamente adoptado en la costa vasca para el transporte
de mercancías y, más tarde, por las embarcaciones de
pesca, acabando muy pronto con la marina tradicional a
vela. Los albores del siglo XX serán muy duros para ésta
última. Tanto las lanchas de pesca como las fleteras intentarán
rivalizar con los barcos motorizados, dando eslora a los
cascos y aumentando considerablemente la superficie de
las velas, navegando de una manera temeraria y desesperada
que provocará muchas desgracias.
El Ugarte nº 1 fue construido en Inglaterra hacia 1878. En esa
época los Ugarte comenzaron a construir en Aginaga vapores con
casco de madera. Los Ugarte fueron de los primeros barcos de propulsión
a vapor construidos en Euskal Herria. Este modelo refleja el
gran espacio ocupado por el nuevo sistema de propulsión. © José Lopez
Lancha fletera. Poco tiempo después de la adopción de la
cubierta estanca por las lanchas boniteras, se aumenta la eslora
llegando a alcanzar 15 metros. Las lanchas fleteras aumentarán la
trinqueta desmesuradamente, igualando a la mayor. © José Lopez
Veleros. En esta época la red comercial marítima vasca se reduce
a un espacio marítimo más cercano. Las grandes unidades de transporte transatlántico de épocas anteriores pierden su razón de
ser, y las actividades comerciales se desarrollan en barcos de menor
tonelaje y de gran variedad tipológica. Entre los tipos de aparejo más
habituales destacan el bergantín, el quechemarín, o el pailebote. © José Lopez
Plano de arboladura de una fragata. Primera mitad del siglo
XIX. © José Lopez
Ugarte nº 2. La vela y el vapor convivieron durante décadas.
En la primera época los vapores tenían problemas para competir
con los barcos de vela; el espacio necesario para la caldera y el
combustible hacía que la bodega fuera mucho menor que en un
velero, y en muchos puertos era imposible conseguir carbón. Paulatinamente
las máquinas mejoraron el rendimiento, con la consiguiente
disminución del espacio requerido para el carbón, lo que
propició el aumento de las bodegas de carga. © José Lopez
Vapor Esperanza. 1919. En la segunda década del siglo XX la
flota pesquera vasca estará ya mayoritariamente compuesta por barcos
de vapor. A partir de entonces mejorarán las condiciones de
vi-da de los pescadores, aunque la nueva tecnología despertará
rece-los entre los pescadores aferrados a las tradicionales lanchas
vele-ras. Ellos ya intuían que los nuevos barcos motorizados equipados
con artes de arrastre, agotarían los caladeros tarde o temprano. © José Lopez
Los primeros vapores fueron británicos; eran barcos veleros
transformados. Pronto se construirían nuevos barcos concebidos
para la propulsión mecánica, aunque los cascos seguían siendo
idénticos a los veleros anteriores. La estrecha relación comercial
entre el Reino Unido y los navieros vascos de esa época auspició
la adopción de la nueva tecnología en nuestra costa. © José Lopez
Los primeros pesqueros de vapor de nuestro litoral eran barcos
comprados en el extranjero; se caracterizaban por su popa
lan-zada, conocida como “cola de pato”. Sin embargo, este tipo
de casco no convenía a las características de nuestro mar. En las
em-popadas, especialmente al atravesar la barra, las olas llegaban
a alzar peligrosamente la popa, al ser ésta demasiado boyante, llegando
en algunos casos a arrancarla completamente. En consecuencia,
los pescadores vascos volverían más tarde a los diseños
tradicionales de nuestra costa. © José Lopez