De las ollerías de Eskoriatza, en el Valle de Leintz, tomamos conocimiento a través del "Diccionario Geográfico Estadístico Histórico de España y sus territorios de Ultramar" de Madoz, tomo VII, 1847. Dice:
Eskoriaza. Industria: Una fábrica de marragas, obra de jabón, varios telares de lienzo, una alfarería, una ferrería y 6 molinos harineros. En 1521 se quemó el pueblo y se construyó de piedra en lugar de tablas como eran las casas de antes.
Más tarde, en 1886. Emilio Valverde y Álvarez vuelve a hablar de alfarerías de Eskoriatza en su "Guía de las Provincias Vascongadas y Navarra", dice: Escoriaza fábrica de jabón marragas, telares de lienzos, alfarerías, ferrerías y molinos harineros.
Con esta información un buen día, 22 agosto de 1974, nos acercamos a Eskoriatza, para ver si podíamos conseguir algún dato más. Preguntamos a personas de edad, pero nadie sabía nada de alfarerías en el pueblo, hasta que dimos con Antonio Sáenz de Viteri, que se encontraba descansando en un banco de la plaza del pueblo. Antonio que había sido secretario del ayuntamiento durante 43 años según nos contó, recordaba que siendo chaval había visto a la puerta de la primera casa, después del puente sobre el río Deba, según se viene de Aretxabaleta, cacharros de barro encima de unas tablas. Entonces no había tráfico de coches ni camiones, sino sólo de carros de bueyes, así que las vasijas a secar al sol, salían hasta la mitad de la calle sin causar problema alguno a esta casa le llamaban "Olleritxenak".
Según Antonio, haciendo memoria, recordó que el ollero se apellidaba Zubiate y que le ayudaba un hijo de nombre Alberto. También recordaba que el barro lo preparaban en unos pozos, cerca de donde hoy (en 1974), estaba el frontón, en la parte trasera de la casa del médico. Creía que los pozos eran tres, donde el barro se echaba y se dejaba varios días
. Probablemente uno de los pozos sería donde batían las tierras añadiéndoles agua, "el pozo batidor", que luego pasarían a los otros dos, donde con el transcurrir de unos cuantos días el barro se decantaría al fondo, "pozos decantadores". Es decir el sistema que en el País llaman los alfareros "los coladores".
Con estos datos y sin casi ninguna esperanza de encontrar vestigio alguno de la alfarería, nos acercamos a la citada casa, en cuya esquina, como primera del pueblo, llevaba y lleva el rótulo de "Escoriaza", y cual sería nuestra sorpresa al ver medio disfrazado por un gallinero, la cámara de cocción del viejo horno, en muy buenas condiciones de conservación.
El conjunto del horno y diversas dependencias anexas, probablemente donde se encontraría el taller alfarero, no parecía habían sufrido transformaciones de importancia. Por cierto que la puerta de la planta primera de estas dependencias, presenta grabadas una cruz y un curioso pájaro estilizado con alguna semejanza a un dinosaurio.
La cámara de combustión, nos dijeron las personas que estaban trabajando en un potro, en el que en aquel momento estaban herrando una vaca, se encontraba en el muro del horno que daba a una serrería, pero que no podía verse porque habían nivelado el suelo y lo habían cubierto. Como pudimos, pues aunque en buen estado, la cámara de cocción estaba llena de escombros, tomamos algunas medidas.
Liberado el horno de los citados escombros recientemente, en el pasado mes de Junio de 2002, gracias a la intervención arqueológica realizada bajo la responsabilidad de Alfredo Mora y Juantxo Agirre, de la Sociedad de ciencias Aranzadi, hemos tomado nuevas medidas que difieren ligeramente de las de entonces.
También han descubierto la cámara de combustión, que hemos podido medir y fotografiar. La bóveda presenta un color blanco debido a la vitrificación de las piedras por las altas temperaturas que han sufrido.
Mide esta planta algo menos que la de la cámara de cocción. La pared donde se abre la boca tiene 187 cm. La contraria 195 cm. La que queda debajo del muro donde se abren las puertas de la cámara de cocción 203cm y la de enfrente, la orientada hacia una calle y al río Deba 193cm.
Hemos dado una altura máxima a esta cámara de 165cm, y a la puerta por su parte interior 40cm. Por la parte exterior 120 cm, es decir se entra a la cámara a través de una rampa, lo que suele ser bastante normal en estos hornos. Todas estas alturas están sujetas a una definitiva fijación del nivel del suelo. La puerta está forrada de ladrillos y presenta un arco y bóveda apuntados. Por el exterior sobre este arco se ve la construcción, también de ladrillo, de otro de medio punto. Esto nos hace pensar en posibles problemas de tiro que esta cámara presentó a los olleros.
En el muro contrario al de la boca hay ahora un relleno de ladrillos, que también dibuja un arco en su parte superior. ¿Una puerta?. Reafirmaría los problemas de tiro. La cámara de cocción como venimos diciendo, tiene dos puertas abiertas en el mismo muro, estando forrado el gruso de mampostería por hiladas de ladrillos. Este revestimiento difiere del que tienen los otros tres muros, que presentan un aparejo a base de hiladas de ladrillos y tacos cuadrados también de tierra. El revestimiento del muro de las puertas parece posterior y de un trabajo más desmañado.
Sobre la solera o parrilla se levantan unas paredes de ladrillos, "pomecillos" les llamaban en Uribarri Ganboa, a los que en el dibujo que acompañamos damos una altura de 68cm, que es la máxima que en estos momentos tienen. Bien pudieron haber alcanzado los 80cm que es la altura que hay entre la solera y el umbral de la puerta baja. En el espacio interior de esta especie de caja hay 29 agujeros, por donde entraba el fuego desde la cámara de combustión. Los que conducían los fuegos a las partes altas del horno, es decir los que quedan entre los muros de la caja y los de la cámara son 22, están muy deformados, así que en el dibujo hemos buscado una aproximación a lo que pudo ser su origen. Nos llama la atención que los agujeros de la parte central, los 29, estuviesen como protegidos por unos cercos de barro de unos 10cm de diámetro y un grosor de unos 2cm.
En 1974, al muro de la derecha según se entra en la cámara, le dimos una altura de 533 cm. Ahora medimos 514 cm. Diferencia debida probablemente a las dificultades que entonces encontramos, más que a una caída de ladrillos. Al muro donde se hallan las puertas le damos 500 cm. enfrente 484 cm y al de la izquierda 426 cm.
A ambos lados de la puerta superior de esta cámara se aprecian unos orificios que se corresponden con otros dos del muro contrario. Pensamos serían donde encajaban unas tablas desde donde poder cargar el horno a medida que el mismo se iba llenando de vasijas, como hemos podido apreciar que se hacía en otras ollerías del País, como en Lizarra.
La presencia de bodoques, cilindros de barro cocido de diferentes alturas junto a cascotes de vasijas, trébedes para separarlas en el momento de la cocción, nos informa que los cacharros eran colocados dentro de la cámara sobre "Tacas", es decir plataformas que se montaban con estos bodoques y ladrillos.
Consultados los libros parroquiales, hace ya unos cuantos años, podemos añadir que el citado ollero Zubiate se llamaba Félix y que era natural de Abadiño (Bizkaia), donde sabemos que en otros tiempos también hubo alfarerías. Sus padres fueron Salustiano Zubiate y Juana María Belar, ambos naturales de Elorrio.
También trabajó en Eskoriatza Juan Manuel Garaikoetxea Gotxikoa, que antes lo hizo en Elosu (Araba), donde había nacido en 1837, y donde hubo una muy importante actividad alfarera, con varios hornos. En la actualidad sólo queda en pie el que fue de la familia de olleros Ortiz de Zarate. Salvado de su destrucción, por el pundonor de Blanca Gómez de Segura y el apoyo de algunas Instituciones que supieron entenderla. En la actualidad, la casa contigua se ha convertido en un interesante museo de "Cerámica Popular vasca", así como en taller donde Blanca aplica al barro los conocimientos heredados de su maestro alfarero Jose Ortiz de Zarate.
También trabajó en Eskoriatza, Juan Likiñano, nacido en este pueblo en 1857, siendo sus padres Juan José, también de aquí, e Ignacia Lezeta natural de Mendiola.
Por los restos encontrados en la alfarería y sus alrededores sabemos que las vasijas eran sobre todo esmaltadas, aunque también vidriadas, y que utilizaban el verde de óxido de cobre y el marrón de óxido de manganeso para decorarlas. También encontramos abundantes cascotes de vasijas de Muelas del Pan, cuya presencia en Euskal Herria, queda explicada en el apartado de vasijas para el fuego.
Según nos informó Antonio Sáenz de Viteri, así como más tarde Evaristo Larrañaga, aquello del barro no debía dar mucho dinero
, de tal forma que a Zubiate no le compensaba ni siquiera pagar la renta de los locales, por lo que dentro de la primera decena del siglo XX abandonó la ollería.
Teníamos oído que este viejo horno de Eskoriatza, heredero de una tecnología de siglos, debido a que en la zona se iban a construir viviendas, iba a ser trasladado a otro lugar. Pensamos que iba a ser desmontado y levantado de nuevo, lo que nos dejaba un tanto tristes, pues tratándose de una construcción de mampostería, quedaría desnaturalizado, perdería todo su carácter. Que sería a la postre un nuevo horno, una copia del viejo por ello hemos recibido con alegría la noticia de que expertos ingenieros están estudiando seriamente trasladarlo entero, sin desmontarlo. Operación que consistirá en levantar sus más o menos 25 m2 de planta y siete metros de altura y transportarlo al nuevo lugar. Enhorabuena a cuantos participan en este elogiable proyecto.