Se trata de una pieza utilizada en Gipuzkoa, al menos en una parte importante de la misma, el cántaro -pedarra, pegarra, kantarue, etc- para el transporte del agua, y que tanto llamó la atención de G. Humboldt en 1801 a su paso por Donibane Loitzune, y que definió como una vasija en forma de tetera.
No parece proceder de los alfares guipuzcoanos, se traían de los de Iparralde, como los de la familia Cazaux de Miarritze (Lapurdi) o los de Jean Oyhamburu y Simon Eyheraberri de Donazaharre (Nafarroa Behera), o los de Gathulu Urdiñarbe (Zuberoa). Posiblemente también se recibirían de las alfarerías de Doneztebe (Nafarroa), en cuyos talleres, al menos en los de la familia Remón establecida en Galzaburu sabemos se realizaba.
Estos cántaros no llevaban impermeabilizante alguno, no así los que procedían de algunos alfares de Araba y Bizkaia, que iban esmaltados de blanco, mientras no faltó el esmalte. Más tarde fueron vidriados, en algunos casos previo engobado.
El área de utilización de este tipo de cántaro está insuficientemente estudiado, valdría la pena hacerlo si tenemos en cuenta que parece tener una gran antiguedad.
R. Coquerel encontró uno perteneciente a la época carolingia en Saint Lézer. Dice este investigador, al tratar de los cántaros de Ordizan, que son realizados sin torno alguno o bien últimamente con uno muy rudimentario:
Por su forma, textura, las vasijas de Ordizan son absolutamente comparables a las de época carolingia. Nosotros hemos encontrado en Saint Lézer un gran cántaro de esta época que, con algunas ventajas de elegancia en la forma, muestra más de una identidad con los cántaros ordizianos. Técnica de la alta edad media conservada hasta el fin del XIX.
Allá por los años 70 visitando el museo bearnes en Pau, pude ver una vasija del siglo III, que, por su forma, me atrevería a considerarla como un antecedente del cántaro pirenaico. Lleva, junto al asa, la marca del ollero: tres rayas incisas atravesadas por otra diagonalmente. Esta costumbre de poner la marca de los olleros en las vasijas en esta zona del Bearne ha llegado prácticamente hasta nuestros días.
Del año 1603 existe un grabado publicado en «Theatrum Orbis Terrarum», de Abraham Ortelius, Amberes, en el que con un pie que dice «Donsellas Biscainas y Gasconas...» puede verse a una de ellas con un cántaro a la cabeza que tiene semejanzas con el cántaro pirenaico. No obstante, en este grabado, el asa es abatible, girando sus extremos en pivotes. Nos parece que esta vasija es metálica. Numerosas son las postales y grabados mostrándonos su uso en las zonas citadas, llamándonos la atención una postal de Miarritze en la que los cántaros que aparecen en ella llevan el asa en posición horizontal. Julio Caro Baroja, en su trabajo «De la vida rural vasca (Bera de Bidasoa), dice:
Para llevar agua se usa además de la «subilla», la «pedarra» de barro, que generalmente se trae de Francia. Este nombre de «pedarra» debe venir del latín «ferrata» como el castellano herrada. Sabido es que los vascos tienden a hacer de la F P.
José Miguel de Barandiarán, en «Bosquejo Etnográfico de Sara V.» Anuario de Eusko Folklore, tomo XXI, (1965-66), página 110, dice:
«Pedar»: «pedar, pear o pegar» son los nombres del cántaro. Es vasija de barro que mide 25 cm. de diámetro en la panza. El diámetro de su boca es de 8 cm. y el de la base de 16 cm. Tiene un asa (gider) en un lado y pito (tutu) en el otro.
Estos son pues, los nombres que hasta la fecha conocemos se dan a este cántaro en Euskal Herria: «kantarue», en Bizkaia; «pedarra», en Doneztebe y Bera de Bidasoa; «pegas», en Miarritze, y «pedarra», «pegarra» o «pearra», en Sara. Nombres estos últimos que parecen circunscribirse con especial intensidad a esta zona del Norte de Nafarroa, Iparralde y zonas colindantes como al sur de las Landas, según el «Atlas Lingüistique de la Gascogne», de Jean Seguy. Al Este de Iparralde, lo llaman «ourse» (así, en Poyastruc y Lahitte de Toupière, importantes centros alfareros donde las vasijas no eran torneadas, sino urdidas).
Según el ya citado Jean Robert, conservador del Museo Pirenaico de Lourdes, también a este cántaro se le conoce con la palabra gascona «terras», cosa que vemos confirmada en el Atlas Ligüístico, de Jean Seguy. Más al Este aún, y siguiendo este Atlas, vemos para este cántaro el nombre de «durno». En las Landas, más al norte de la zona donde aparece la denominación «poega», lo denominan «banoe». En Lahitte de Toupière, donde la última cocción de vasijas se realizó en 1926 (Bulletín de la Société Ramond Bagnères de Bigorre, 1969), según R. Coquerel, también se hacía un cántaro algo más pequeño que el «ourse», pero que podemos meter dentro de esta familia y que llamaban «péaderates», lleva el asa sobre la boca. Los cántaros utilizados en Bizkaia, Gipuzkoa y zona de Araba iban esmaltados generalmente con cubierta estannífera, tanto por dentro como por fuera, en algunos casos, por fuera sólo llevaban medio baño. Como en otras vasijas, cuando escaseó el estaño y se puso a precio prohibitivo, comenzaron a vidriarlos dejando transparentar el color del barro.
Sin embargo en el Norte de Nafarroa, en Iparralde, así como en el resto de las áreas citadas, los cántaros no llevaban baño alguno. Decorados sólo los hemos visto en el valle del Ariège y en Lahitte de Toupière: unos simples trazos dados mediante engobe.
En algunos lugares tenían la costumbre, en fiestas, de hacer carreras con el cántaro en la cabeza. Así lo vemos documentado gráficamente en Zornotza y en Orereta. R. Coquerel recoge esta costumbre en Poyastruc. Juan Carlos Epalza me informa que también tenían esta costumbre en Ibarra (Orozko).