De suma importancia en la alfarería fueron los impermeabilizantes.
No hay más que pensar en el mal olor y sabor que producirían los elementos orgánicos introducidos en los poros de una vasija después de haber sido utilizada durante un cierto tiempo. Sería necesario romperla.
Los principales procedimientos para cubrir los poros de los recipientes han sido, el bruñido, el engobe, el baño con pez, el vidriado y el esmaltado.
El bruñido consiste en alisar las paredes de la vasija cruda mediante el frotamiento de una piedra o de un hueso, por ejemplo. La pez, utilizada ampliamente en otros tiempos, lo fue sobre todo en aquellas vasijas destinadas a contener líquidos. Aun en los años 70 hemos visto este procedimiento en el pueblo de Alaejos (Valladolid). Ambos procedimientos aunque nosotros no los hemos conocido en el País no quiere decir que no se hayan utilizado.
Sí el del engobe, pero con el vidriado cubriéndolo. El engobe sin más, consiste en aplicar a la vasija cruda una capa de tierra muy fina diluida en agua. El engobe más el vidriado se utilizó ampliamente en nuestro País, sobre todo en los últimos tiempos en que se dejó de emplear el esmalte estannífero, debido al alto precio que alcanzó el estaño. Los alfareros vascos deseando seguir suministrando piezas de aspecto parecido al esmaltado, tan apreciadas en el mercado, recurrieron a este procedimiento, en el que el mineral de plomo o alcohol de hoja, en lugar de mezclarlo con tierra roja, hasta entonces de forma habitual, lo hicieron con tierra blanca que traían de Bernedo. La tierra fina del engobe algunas ollerías la conseguían en las minas de hierro de Bilbo.
Al tratar de las ollerías de Zegama ya hablamos sobre la preparación tanto del vidriado como del esmaltado.
El vidriado ya fue empleado en Persia y Asia Menor 3.000 años a.d.n.e., de donde pasó a Egipto, y luego a los alfares fenicios, chipriotas y romanos. Herederos de la fórmula fueron los olleros bizantinos, que conscientes de la ventaja competitiva que este impermeabilizante les daba, lo guardaron con gran secreto, retardando su conocimiento y empleo en otros lugares.
A la Península Ibérica no llegaría sino con los árabes, siendo su expansión más fuerte en los siglos X y XI.
El esmalte blanco, como tantas innovaciones, tuvo su origen en Mesopotamia.
Fue la respuesta que los alfareros mesopotámicos dieron en el siglo IX a la porcelana china en su intento de imitarla. Los chinos venían produciendo porcelana desde el siglo VII a base de caolín y caliza de grano fino, fundamentalmente, con una cocción a alta temperatura que sus hornos horizontales, más perfectos, que los occidentales, les permitían.
Al igual que el vidriado, fueron los árabes los que lo introdujeron en la Península Ibérica en el siglo XII, aunque algunos investigadores remontan su uso al X.
Sobre los molinos manuales, utilizados por nuestros olleros para moler sus barnices -una de las primeras y más importantes aplicaciones del principio de rotación desde la rueda de alfarero,(ya hemos hablado algo en el capítulo de Zegama)- diremos ahora que aparecen en Euskal Herria en la segunda Edad de Hierro. Su origen según Ignacio de Barandiaran hay que situarlo en el Pxóximo Oriente mediterráneo ( o quizá Mesopotamia). Es el que se usó sistemáticamente en la Grecia clásica, en tanto que en época romana -para trabajos de envergadura- fue sustituido por el hidráulico.
Telesforo Aranzadi nos dice que estos molinos estuvieron en uso en muchos de nuestros pueblos donde hoy yacen arrinconados o sirviendo a veces de basa o capitel a algún poste
. Estos molinos fundamentalmente cerealistas, increíblemente, han llegado en uso hasta prácticamente nuestros días por la apropiación que de ellos hicieron nuestros olleros.
Molinos hidráulicos para moler barnices sabemos los hubo en Galarreta, Elosu, Mendibil. Muchas veces no eran sino molinos harineros a los que habían preparado para que también pudieran moler los barnices alfareros.
El molino hidráulico de Zegama es excepcional, fruto del ingenio y laboriosidad de Francisco Jose Arregi. No solamente molía barnices sino que también batía las tierras.
A estos molinos hidráulicos se les puede conceder una antigüedad de al menos 3.000 años, teniendo su origen en las regiones montañosas del Oriente Próximo.
Las decoraciones cromáticas las realizaron nuestros olleros con el óxido de cobre para el verde, con el de cobalto para el azul y con el de manganeso para el marrón o morado. Este último se utilizaba fundamentalmente para perfilar las decoraciones realizadas con otros colores, sobre todo el verde. La decoración a base de verde y marrón o morado ya se practicó en Teruel desde el siglo XIII. En Muel desde finales del XVI y en Villafuliche desde el XVIII.
El azul, que fue utilizado profusamente por los alfareros de Igeleta, Erentxun, Ixona y Gasteiz, y seguramente en algunas otras ollerías del país, fue introducido en la Península Ibérica en el XIII, se comienza a emplear en Muel a finales del XV, lo mismo que en Teruel y Calatayud.
Doy estos datos, que extraigo de los rigurosos trabajos sobre la cerámica aragonesa de Isabel Álvaro Zamora, por ser muy probable que estos colores, como otros procedimientos alfareros, nos hayan llegado Ebro Arriba. También pensamos que Haro fue un importante centro difusor de conocimientos alfareros. A Haro, que en escritos medievales aparece como Faro, ¿le habrá ocurrido como a Faro de Asturias?. Según Jose Manuel Feito, el nombre de este pueblo de gran tradición alfarera, viene de la "voz árabe Alfar que pierde el artículo Al y el uso de la O". ¿Haro, antes Faro, habrá sido Alfar?.
Esta atrevida hipótesis la escribo con extrema prudencia.