La pipa para fumar se ha utilizado desde la antigüedad, aunque relacionada con el tabaco en Europa no lo estuvo sino a partir del siglo XVI. Con el hábito de fumar se extendió también la fabricación de las pipas de arcilla. Consta que a partir de 1575 se monta un taller para fabricarlas en Broseley (Inglaterra).
Ingleses exiliados, perseguidos por sus ideas religiosas por el rey Jaime I, dieron comienzo a la fabricación de este tipo de pipas, en Holanda en 1608, actividad que aún sigue viva en este país. Estas pipas holandesas tuvieron mucho éxito y se extendieron por toda Europa. En Francia consta su fabricación desde al menos 1620, y al igual que en Holanda, debido a ingleses exiliados.
En la Península Ibérica así como en las Islas Baleares no parece empezaron a fabricarse hasta el siglo XVIII. Fueron en estas islas, así como en Cataluña y País Vasco, donde antes se popularizaron.
Extraigo estas breves notas del interesante y riguroso trabajo de María del Mar López Colom, "Pipas de arcilla halladas en Gipuzkoa". Esta investigadora analiza 340 restos de pipas, estimando entre otras circunstancias y características, su datación y procedencia. La mayoría son de los siglos XVII, XVIII y XIX. Y su origen, de Holanda fundamentalmente, seguidas por las procedentes de Inglaterra y Francia. El mayor número de estas pipas se han encontrado en Donostia (295 piezas), fundamentalmente en La Bahía y en la Bocana del Puerto.
En Euskal Herria, el uso de estas pipas de barro ha llegado hasta entrado el siglo XX, como lo atestiguan un buen número de fotografías de baserritarras y arrantzales fumando. Eran muy apreciadas, pues permitían extraer al tabaco todo su sabor, y también porque su precio las hacía bastante asequibles. Dada su fragilidad, las guardaban en sitio seguro, debajo de la boina, llevando normalmente dos por si acaso. Según recoge María del Mar en su citado trabajo, un fumador venía a romper del orden de cuatro pipas a la semana.
En nuestro trabajo sobre la cerámica popular de Euskal Herria, publicado en el año 1995, dábamos nota del único centro productor de estas pipas: La Alfarería de la familia Heppe, en Bilbao.
La tierra empleada, caolín, procedía de la mina de hierro de San Luis, en la calle Miravillas de Bilbao. Estas tierras se echaban en un pozo y añadiendo agua se batían hasta diluirlas. Después se dejaban secar un tanto. A continuación colocando este barro encima de una mesa era golpeado con una barra de hierro hasta dejarlo con una consistencia "como la manteca". Por último se procedía a su sobado manual. A continuación, a un pedazo de barro se le daba la forma aproximada de una pipa, introduciendo acto seguido una aguja de acero inoxidable a lo largo de la caña. Con la aguja dentro, se metía el proyecto de pipa en un molde de acero compuesto de dos partes, y este a su vez en una prensa que presionaba el molde. Estando aún la pipa dentro del molde y prensa, mediante un punzón se abría el hueco de la cazoleta. Realizada esta operación se sacaba la pipa del molde y se ponía a secar al sol. Conseguida una cierta consistencia se procedía a rematar la pipa, es decir, quitarle rebarbas. Es entonces cuando se sacaba la aguja de la caña, y se volvía a poner al sol para su definitivo secado.
Se cocían en el horno donde se metían el resto de vasijas elaboradas en la alfarería. Se colocaban en el primer piso o "taca" del horno, dentro de unas cajas de tierra refractaria, para que no les diera el fuego directamente y perdieran la tonalidad blanca.
En cada caja metían una "gruesa", es decir 12 docenas de pipas, y en cada cocción cuatro cajas, por tanto 576 pipas. Al año venían a cocer 6912 pipas que vendían a "Biloria", establecimiento situado en la calle Colón de Larreategi, entre Alameda de Mazarredo y el mercado del Ensanche en Bilbao. "Biloria" luego las distribuía a diferentes puntos del País. En el Museo Vasco de Bilbao se conservan tres moldes de acero procedentes de esta alfarería de Heppe.