El legazpiarra Patricio Echeverria se inició como trabajador metalúrgico en pequeñas forjas de su entorno, donde pronto se hizo maestro de un oficio que ensayaría a gran escala a partir de 1908. Fue este año cuando fundó su propia fábrica de herramientas bajo la denominación de Segura, Echeverria y Cía. En ella se elaboraban herramientas de uso agrícola, principalmente, y todo tipo de útiles para trabajos de minería, carpintería y cantería. Un catálogo amplio que abarcaba desde azadas, azadones, guadañas, rastrillos y horquillas, hasta picos, mazas, palancas, cuñas y bujardas, enseres de forja en general.
Pedro Segura, Romualdo Echeverria y Prudencia Guereta, junto a Patricio Echeverria serán los fundadores de la empresa. En pocos años la vieron consolidarse, aprovechando la buena coyuntura económica que para la industria de los países neutrales propició la Primera Guerra Mundial. Al finalizar el conflicto bélico, Don Patricio se situó en solitario al frente del negocio, que pasó a convertirse en una sociedad regular colectiva. Años más tarde, en 1938, alcanzaría ya el rango de sociedad anónima, bajo la razón social Patricio Echeverria S.A.
Y todo para la consecución de una marca de prestigio, "Bellota", nombre comercial que con el tiempo llegó a ser sinónimo de calidad en el ámbito de la herramienta agrícola, en mercados nacionales e internacionales. Curiosamente, aunque la empresa usó tempranamente esta marca, no fue en origen de su propiedad, siendo adquirida por la firma guipuzcoana a la casa inglesa Henry Taylor instalada en Sheffield (HERRERAS, ZALDUA 1997).
Atrás quedaba el pequeño taller adscrito al valle del Urola y nacía un complejo industrial para el que era necesario una nueva y más compleja organización. Al inicio de la década de los noventa se separaron las diferentes actividades industriales en distintas empresas. La Corporación Patricio Echeverría S.A. se dividió en las sociedades Patricio Echeverria Aceros S.A., Patricio Echeverria Forja S.A., Bellota Herramientas S.A. e Inversiones S.A. En 1993 se creó definitivamente El Grupo Siderúrgico Vasco, del que la corporación posee el 17% de su capital social (HERRERAS, ZALDUA, 1997).
De la exigua plantilla de los primeros años, en torno a una docena de empleados, Patricio Echeverria pasó a dar ocupación a más de tres mil trabajadores, absorbiendo el 85% de la población activa de Legazpi. De hecho, este núcleo del valle del Urola debe mucho de su actual configuración urbanística a este gigante industrial. Sólo las instalaciones fabriles se extienden a lo largo de más de dos kilómetros y a su amparo se han construido numerosos grupos de viviendas desde los años 40. Al barrio de San Ignacio, con más de 100 casas, le siguieron el de Arantzazu y San José. La política asistencial de la empresa se extendió también al ámbito de la docencia, patrocinando la construcción de centros escolares, como el colegio del Buen Pastor para niños y el de Santa Teresa para niñas. El asilo de Santa Cruz, para ancianos y enfermos, centros médicos como el dispensario antituberculoso y para las enfermedades del torax, o el economato, son otros tantos ejemplos de la prolífica obra social de Patricio Echeverría y de la impronta física que de ella ha quedado en el municipio.