El traslado de las aduanas del Ebro al mar y a Irun (1841), la ley de O'Donnell que facilitaba la libre venta de armas en la península (1860), la adopción de nuevas tecnologías, la apertura de los mercados extranjeros, americanos y europeos principalmente, y la desaparición del rígido sistema gremial, harán posible que la industria de los transformados metálicos alcance, a partir de la segunda década del siglo XIX, su época de esplendor.
En los años siguientes los talleres y las fábricas de productos metalúrgicos proliferan, crecen y se renuevan. La producción de armas aumenta, y lo mismo ocurre con otros productos como clavos, tornillos, puntas de París, herramientas, etc. Esto trae consigo una mayor demanda de materias primas y es así como nacen las grandes fundiciones.
Es el caso de S.A. Aurrera de Eibar, fundada en 1883. Surge de la iniciativa de un grupo de industriales eibarreses, que elaboraran hierro colado en dos cubilotes para abastecer al corolario de pequeños fabricantes de armas de la localidad, hasta ahora a expensas de las importaciones francesas y belgas. Caso similar es el de Romualdo García en 1877 quien fundará San Pedro de Elgoibar, dedicándola a la fabricación de hierros al carbón vegetal. Este grupo se verá progresivamente reforzado con la aparición de otras como las de Molinao en Pasaia, Fundición Fossey en Lasarte o la Real Compañía Asturiana de Minas, que creó en Errenteria una fundición de plomo con la galena procedente principalmente de la mina San Narciso de Irun, o aquellas que formarán parte consustancial de empresas integrales como sucede en Cerrajera, la C.A.F., o Patricio Echeverria.
Un rasgo común a todas ellas va a ser su escaso volumen y capacidad de productiva en términos generales, a pesar de lo cual ocuparán un elevado número de operarios y registrarán las inversiones de capital más altas del panorama industrial guipuzcoano, exceptuados algunos gigantes capitalizados como los del sector papelero. Según la Estadística Industrial de 1915 apenas una decena de establecimientos metalúrgicos superan los cien empleados, proliferando aquellos que no llegan a los diez obreros contratados. (LUENGO TEIXIDOR, 1990)
Nombre de la Empresa | Nº Obreros |
Sociedad Española de Construcciones Metálicas (Beasain) | 960 |
Unión Cerrajera de Mondragón (Arrasate) | 870 |
Orbea (Mallabia) | 347 |
Garate, Anítua y Cía (Eibar) | 304 |
Unión Cerrajera (Bergara) | 201 |
Fábrica de Cañones (Soraluze) | 188 |
Trocaola, Aranzabal y Cía (Eibar) | 143 |
Aizmendi (Eibar) | 126 |
Fábrica de Plomo de Capuchinos (Errenteria) | 114 |
Fundiciones Molinao (Pasaia) | 104 |
Con el uso de esta energía, la fabricación de armas alcanzará un desarrollo sin precedentes. Junto a Orbea, Larrañaga y Joaristi, principales fabricantes, aparecen nombres como los de Victor Sarasqueta, Arizmendi, Trocaola, Aguirre, Zamacola y Cía, Crucelegui, Anitua, Beristain, etc. El personal vinculado a la armería supone ya en 1906 el 54% del censo laboral de Eibar, el 50% en Soraluze-Placencia, donde la antigua Euskalduna, ahora S.A. Placencia de las Armas, da trabajo a 180 operarios y por último el 11% en Elgoibar (AGIRRE KEREXETA, 1987). Eibar es reconocida por entonces como el centro armero peninsular.
Se inicia de esta manera la fabricación de bicicletas (G.A.C. en 1925; Orbea en 1929), la de máquinas de coser (Alfa en 1927), máquina herramienta (Parabán y Cía, Orbea y Larrañaga, Juan Esperanza, Cruz, Ochoa y Cía, Estarta y Ecenarro, en 1924), aparatos eléctricos (Anitua e Hijos, Solac), etc. tornillería, Aguinaga, Lete, Egaña y Madina; aparatos eléctricos, Hormaechea; utensilios domésticos, Elma; forja y estampación, Garaciaga; máquina-herramienta, Arriola y Cía, Forjas de Elgoibar, Alcorta, Unzueta y Cía, Mugarza, Ugarte y Cía, Crucelegui Hnos; cerrajería, La Industrial Mondragonesa y Metalurgica Cerrajera; ferretería, Roneo y Altuna y Garay.
Atrás queda la exclusividad armera que había constituido la seña de identidad del bajo Deba y se dibuja uno de los comportamientos tipo de su tejido industrial: ampliar y reorientar el producto hacia mercados más novedosos o nacientes.
Es verdad que todavía el peso radica en la armería; la fabricación de armas y su industria auxiliar supone a mediados de los años veinte el 80% del sector transformador, pero aparece ya de manera incipiente la elaboración de accesorios de automóvil, equipamientos eléctricos, aparatos domésticos, y el mundo ligado a la ferretería, tornillería, cerrajería y máquina herramienta. Estas nuevas orientaciones pluralizadoras serán la solución al colapso definitivo de la industria armera.
Su evolución genérica, como tantos otros órdenes de la vida cotidiana, se vió truncada por la Guerra Civil, y no tanto por los desastres originados por la contienda como por las consecuencias que a nivel material, mercantil y humano tuvo la misma. Sin duda, en no pocos casos se quebró la regular presencia y relevo generacional al frente de los negocios y trabajos, como consecuencia de la actitud del franquismo frente a otras ideologías (nacionalismo vasco, liberalismo, comunismo, republicanismo... etc.) que descabezó en ocasiones la dirección de las empresas o mutiló su natural expresión ante el temor a las depuraciones. Por otro lado, el aislamiento internacional y el bloqueo económico generó un feroz estrangulamiento en las primeras décadas del régimen para el desarrollo industrial. Estrangulamiento que capearon como pudieron las fábricas integrales -a la larga beneficiadas por la reserva del mercado nacional para colocar sus productos-, al que sobrevivieron con dificultad algunas de las pequeñas empresas y del que nacerían en años posteriores sectores nuevos para cubrir la demanda de lo que hasta entonces había podido importarse sin dificultad.
Tanto es así que, a pesar de la destrucción, la escasez de materias primas y la depuración, a mediados de los años 50 el sector siderometalúrgico vuelve a retomar la cabeza en la industria guipuzcoana y aún sin ser hegemónico, su ritmo de desarrollo se convierte en el pulso económico del territorio y refleja como ningún otro la crisis petrolera de la década de los 70, la reestructuración de fines de los 80 y su apuesta por las nuevas tecnologías, diversificación y versatilidad en el fin de siglo.
La nómina de empresas en estos años es numerosa, pero sin duda las tres empresas más emblemáticas del sector por su dilatada trayectoria industrial y el peso adquirido en los balances económicos del territorio, han sido Patricio Echeverria en Legazpi, la C.A.F en Beasain y Unión Cerrajera en Arrasate-Mondragón.