"...por razón e manera que habemos ferrería masuqueras e otras de maço de agua e de omes nos e otros en Necaburu e en Legazpia e en otros lugares...". Pocos años antes el mismo monarca, Alfonso XI, rubricaba el Fuero de Ferrerías (1328), un ordenamiento especial para las de Oiartzun y zonas circundantes. El documento prueba sobradamente tanto su existencia como su probable preexistencia al ordenar que
"...los dichos ferreros, para façer las casas e ferrerías e molinos o ruedas [...]se aprovechen[...] en las devisas y en las aguas [...] segun usaron de lo façer en tienpo de los reyes onde nos venimos".
Por tanto, entre fines del siglo XIII y principios del XIV el nuevo sistema se introducirá y experimentará con éxito en Gipuzkoa, en dos extremos de su territorio, por lo demás relacionados con buenos veneros -Zerain, Zegama y Mutiloa para el primero y Arditurri y Peñas de Aia para el segundo-. Son además puntos inmediatos a las vías de penetración más claras desde la órbita navarra -el paso de San Adrián y el valle del Bidasoa, respectivamente -.
fuerça de braços. Parece que el abandono de las agorrolak debió ser progresivo y la conquista de las riberas de los ríos un proceso lento y paulatino, cuya culminación se alcanzaría en torno al siglo XVI. Y es que las nuevas condiciones de la instalación y la aplicación de nuevas experiencias y conocimientos técnicos exigían construcciones complejas y costosas, no siempre al alcance de los particulares. De hecho, estas instalaciones parecen hallarse en relación al interés de los titulares de casas solariegas, las gentes enriquecidas en el comercio o los concejos municipales; es decir, los grupos sociales cuyos recursos permitían abordar el desembolso inicial de la construcción.
Esencialmente una ferrería cuenta con presa o azud -para captar agua-, canal -para conducirla-, antepara o depósito, túnel hidráulico -donde se sitúan las ruedas- y el taller ferrón, propiamente dicho. Esta instalación básica se completa con otros elementos como el horno o zona de tostado y calcinación previa de la vena, la explanada y quizá ligeras tejavanas en las que se almacena y trocea el mineral, etc.
El interior de la ferrería presenta una peculiar organización del espacio. Allí mazo y hogar se sitúan enfrentados. El hogar, un horno bajo, por lo general sin tiro de ninguna clase, se adosa al muro bergamazo. Esta construcción divide el taller en dos espacios y permite que tras él se sitúen los mecanismos de insuflar aire, impidiendo que el fuego se propague hacia los fuelles. Las carboneras y almacenes se comunican con el taller a través de dos o tres huecos. Con frecuencia se abren hacia el exterior mediante portillos y huecos en altura que, aprovechando el desnivel de la ladera o sencillas pasarelas permiten descargar el material desde la zona superior.
El proceso de trabajo ha sido objeto de varios estudios, y contamos con testimonios de historiadores y viajeros a lo largo de los siglos XVI al XVIII, que recogieron las prácticas y labores básicas para obtener hierro a partir del mineral. Comparando esos testimonios parece que pocas variaciones se produjeron en el procedimiento, que esencialmente permaneció inalterable durante toda la fase de desarrollo, esplendor y declive de las ferrerías.
El horno interior de la ferrería se cargaba alternativamente con capas de carbón y mineral desmenuzado, al que se prendía fuego y se le insuflaba progresivamente aire desde los fuelles. Cuando la masa de hierro empezaba a ofrecer un estado pastoso, se removía y si era necesario, se le extraían por sangrado las impurezas o escoria a través de un agujero. Extrayendo esta masa con largas varas se situaba bajo el mazo, que golpeando contra el yunque permitía la compactación de las partículas de hierro y carbón, a la par que dispersaba y extraía las impurezas.
El resultado de estas tareas es la obtención de hierro metálico
en bruto que se conoce con el nombre de tocho
. A partir de él
se consiguen elementos semimanufacturados, como barras, fleje, palanquilla,
etc., que a su vez utilizarán después los herreros.
El proceso de trabajo de la ferrería está siendo objeto de investigación experimental en los últimos años, destacando en el País Vasco los estudios llevados a cabo por el grupo Arkeolan, en los cuales ya se han alcanzado los primeros éxitos, aprovechando las instalaciones de la reconstruida ferrería de Agorregi en Aia.
Precisamente la especialización en el proceso parece haber sido la base de la primera gran división efectuada en este sector. Al dedicarse unas preferentemente a la tarea que hemos descrito, la manipulación del mineral para obtener metal, se dio en llamarlas Ferrerías Mayores, para diferenciarlas de las Menores, aquellas que con el producto de las anteriores procedían a la manipulación y afinado de los elementos, a partir de los cuales forjarán útiles concretos como clavazón, azadas, rejas de arado, layas, etc.
Otro aspecto importante son los periodos de trabajo de la ferrería. Su dependencia de la energía hidráulica instituyó un sistema de explotación temporal, que dependía del caudal de los ríos y estacionalidad de las lluvias. Habitualmente, se trabajaba de octubre a junio, con variaciones según la sequedad anual del otoño o la primavera. En cualquier caso, los meses de forzosa inactividad se dedicaban a las reparaciones necesarias en presas, calces, edificios o maquinaria, y especialmente a conseguir ventajosos tratos y acumular materias primas al pie de la instalación.
La estacionalidad del trabajo debió permitir al principio una cierta capacidad de "pluriempleo", aspecto que irá desapareciendo a medida que se vayan especializando las tareas y aumentando la productividad de los ingenios. Progresivamente se irá desarrollando un sistema regular de arrendamientos de los locales, pasivo que el sector nobiliario más acomodado había heredado de las primeras fases de instalación de esta industria. A través de sus administradores y, más adelante, contratando con particulares interesados, la explotación de las ferrerías dió lugar a verdaderas empresas ferronas, vinculadas a un maestro laminador, que ejerce el papel de jefe de la explotación, pudiendo extender su negocio hasta dos o incluso tres ferrerías.