Los intentos de renovación
60. Proceso de afinamiento de hierro dulce según
la Enciclopedia.
62. Martillo de forja de la Ferrería de
Mirandaola.
61. Marqués de Peñaflorida, impulsor
de la Real Sociedad Bascongada, que mostró especial interés
por la industria ferrona tradicional y su reconversión.
Como consecuencia del atraso tecnológico de las ferrerías y de
la crisis de fines del siglo XVIII, algunas instalaciones ensayaron la transformación
de sus primitivas estructuras para conseguir mejorar el proceso productivo mediante
un ingenio dedicado al laminado, estirado y adelgazamiento del hierro y otros
metales con cilindros accionados hidráulicamente, conocidos genéricamente
como fanderías.
63. Planta, alzado y sección del fuelle
de tabla reconstruido en la ferrería de Agorregi, Aia. Del libro:
Tratado de Metalurgia.
Paralelamente, la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País buscará soluciones
al sector tradicional del hierro fuente de riqueza secular en el territorio.
Sus estudios, informes y proyectos tuvieron resultados, en general, poco halagüeños
y no obtuvieron el respaldo social y económico apetecidos. Aunque acertaron
en el diagnóstico -el retraso tecnológico- las medidas correctoras
propuestas -como la creación de una asociación de ferrones
para
perfeccionar la fundición y laboreo del hierro
, o la promoción
de nuevas fábricas al estilo de las suecas- tropezaron con las reticencias
de los ferrones y operarios tradicionales. Igualmente, sus propias inciativas,
como las experiencias de labra de acero de Aramburu en Arrasate-Mondragón
o Zavalo en Bergara, la botonería de esta última villa o el intento
de creación de una fábrica de hojalata y alambres, languidecieron
sin remedio al faltarles el apoyo directo de sus entusiastas colaboradores.
64. Cepo para lobos.
66. Cuña para rasgar troncos.
Y es que, como no se llevaban a efecto renovaciones técnicas completas,
por la desconfianza del sector y la resistencia a abandonar viejos sistemas,
la competencia de las importaciones foráneas seguía siendo un
escollo, en ocasiones insalvable. Sí consiguieron la aprobación
de algunas medidas proteccionistas, orientadas a paliar la concurrencia de
géneros extranjeros en sus mercados naturales (la península y
las posesiones ultramarinas) en el último tercio del siglo XVIII, pero
llegaron tarde, pues como ellos mismos habían observado ya en 1768
"un
quintal de quinquillería que nos traygan equilibra con cincuenta y uno
que estragimos nosotros y nuestra extracción queda en cero"
. Varios
aspectos lo justifican: los altos costos por unidad de producto -en hierro
y carbón vegetal- y la baja productividad -acentuada por la estacionalidad
del trabajo-. Así, si la creación de fábricas de nuevo
cuño era complicada, difundir el uso del carbón de piedra -de
una calidad poco rentable en las minas autóctonas- resultaba aún
más difícil, a pesar de que las sociedad diseñó programas
de aprovechamiento e incentivos en la economía de materias primas, que
no encontraron el respaldo adecuado.
67. Hacha.
Por todo ello, la implantación de las fanderías no deja de
ser el primer paso y el más relevante de reorientación del
sector hacia fórmulas más acordes a los nuevos tiempos. La
primera, no sólo en el País Vasco sino en el Estado, fue la
Fandería de Rentería. Aprovechando la infraestructura de la
ferrería de Gabiriola o Renteriola, su propietario, el Marqués
de Iranda, comenzó la nueva etapa en 1771. Se dotó de una maquinaria
entonces novedosa que cortaba mecánicamente el hierro, previamente
recalentado en hornos de reverbero y con carbón mineral, y por medio
de una serie de cilindros estirar, ensanchar y adelgazarlo convenientemente.
Así, las labores de forja y manipulado se acortaban notablemente y
no dependían sólo de la destreza y capacidad de los operarios.
Se orientó a la manufactura de herraje, clavo, varillas y flejes.
65. Alzado del Palacio de Lili. Zestoa.
A pesar de la importancia que podía haber llegado a tener la incorporación
de esta nueva tecnología, la Guerra de la Convención y las destrucciones
sufridas en la Fandería, impidieron que irradiase la renovación
hacia otros lugares. Superados los conflictos bélicos, el enclave se
destinó a la elaboración de harinas industriales con el nuevo
sistema austrohúngaro.
68. Colonia obrera de la Fandería de Iraeta
en Zestoa (1774).
También de iniciativa nobiliaria partirá la instalación del segundo ingenio, la Fandería de Iraeta (Zestoa) del Duque de Granada de Ega, construida aprovechando la Ferrería de Iraeta hacia 1774. Producirá frascos de hierro para transportar el azogue o mercurio que se obtenía en las minas americanas, y según la noticia aportada por Madoz a mediados del XIX ocupaba a cincuenta operarios.
69. Operarios en un taller de anclas.
Precisamente el desarrollado número de empleados motivó la creación
de una colonia o barrio residencial, el ejemplo más temprano en Gipuzkoa.
Un conjunto de 14 casas alineadas a ambos lados de una sola calle, presididas
por la destacada casa del administrador y la ermita, serán el paradigma
del origen de la colonia industrial en el territorio. Los inmuebles se presentan
como unidades adosadas por los laterales, con la planta inferior destinada
a dependencias de carácter agropecuario (cuadras) y un piso principal
para vivienda. Los operarios accedían al disfrute de estos alojamientos
a través de un contrato de alquiler, que proporcionaba también
parcelas de terreno cultivable individuales, en la vega del barrio, donde
obtener unos recursos complementarios.
70. Las anclas presentan diversas formas. Las
que tienen 3 ó 4 brazos reciben el nombre de rezones.
La Fandería de Iraeta sufrió en 1844 una gran transformación
a raíz de la suspensión del contrato de suministro al Estado.
Se constituyó entonces como José Arambarri y
Cía, que
amplió la oferta de la fundición mecanizada dedicándose
a la manufactura de hoja de lata, a imitación de los procesos de Inglaterra,
Bélgica o Francia. Convertida desde 1855 en Fábrica de Hierro
de Vera-Iraeta, ampliaría su actividad entrando en la explotación
de minas de Vera de Bidasoa. Posteriormente, sus instalaciones serían
aprovechadas por las primeras cementeras naturales del Bajo Urola.
72. En el siglo XVIII algunas ferrerías
guipuzcoanas centraron su actividad en el forjado de anclas para el abastecimiento
de los arsenales reales.
Un tercer y último proyecto lo constituye la Fandería de Oñati,
instalada también aprovechando una ferrería, la de Zubillaga, que
fuera propiedad del Conde de Oñate, y bajo el impulso de la familia Gomendio.
Nacida poco después de la Guerra de la Convención, sufriría
en sus inicios las dificultades derivadas de las contiendas bélicas (guerra
napoleónica y primera carlistada), lo que no hizo sino reducir sus expectativas
de futuro. Como en las ocasiones precedentes, vivió una regular vida productiva,
hasta que se desarrolló en la zona la metalurgia contemporánea.
71. Los contratos con la Corona, como el de surtir
a la Armada de anclas y anclotes, aseguraba en ocasiones la pervivencia
de un método que estaba llamado a desaparecer, puesto que las
innovaciones técnicas de otras latitudes desplazaban progresivamente
del mercado competitivo a los productos ferrones.
Un caso interesante es también el de la Fábrica de Anclas, en Hernani. En 1750 y gracias a la mediación del Marqués de la Ensenada, las ferrerías de Fagollaga, Pikoaga y Ereñozu se comprometían a suministrar conjuntamente anclas y anclotes para la Real Armada. Leves variaciones en los talleres tradicionales y un lugar de entrega y control del asiento, fueron las únicas inversiones necesarias para respaldar esta actividad en Hernani, por lo que no supusieron ni renovación de las técnicas, ni de los equipamientos. Como los descalabros sufridos por la corona española arrastraron en su caída a las contratas dependientes, como ésta del aprovisionamiento de anclas, a mediados del siglo XIX estas ferrerías habían concluido su actividad.