A pesar de que no se constata un interés especial de los romanos hacia el espacio guipuzcoano, a no ser la explotación de sus recursos mineros, el suministro de soldados para sus ejércitos, el cobro de tasas o las rutas de comunicación, marítimas y terrestres, lo cierto es que la integración en sus dominios trajo consigo cambios sustanciales en los hábitos de una parte de sus habitantes, sobre todo en aquellas zonas en las que se instauraron modos de vida urbanos. De hecho, las ciudades pueden considerarse los agentes principales de transmisión de los modelos romanos, debido a que en ellas se centralizaban las funciones que permitían mantener operativa la trama administrativa establecida por los dominadores.
Los investigadores coinciden, en lo que se refiere a las regiones septentrionales de Iberia, en que los indígenas enrolados en las tropas legionarias, una vez licenciados -tras 25 años de servicio, contribuyeron al desarrollo de la vida urbana en sus lugares de origen. Teniendo en cuenta la presencia, en un principio, de soldados várdulos y vascones en tropas situadas en Britania o en el Rhin, es muy posible que fueran parte protagonista en la formalización de los ambientes urbanos de nuestra geografía.
La aplicación del patrón urbano romano supone cambios en la arquitectura, en la ordenación del conjunto edificado, en las actividades económicas y en la mentalidad de las gentes. En arquitectura se extiende el uso del ladrillo y de la teja, los hormigones, los morteros especializados y se incorporan soluciones constructivas como la bóveda y el arco. La construcción de madera también es mejorada, utilizándose asiduamente, mientras que la piedra se destina a edificios significativos y emblemáticos. La herrería, con la fabricación de los distintos clavos y pasadores necesarios, los refuerzos, el instrumental de obra y los acabados participa, también, en las modificaciones, junto con el personal, preparado para realizar las nuevas soluciones, los suministradores de materias primas, los comerciantes y los transportistas.
En la ordenación se aplican modelos de trama regular reticulada, articulada en torno a la red viaria, la plaza o espacio público y los solares lotificados para construcciones. Se rodeaban de un límite, bien cerca o muralla, que acreditaba la existencia de un recinto diferenciado, con privilegios; con el tiempo fue necesario fortificar esos límites simbólicos para hacer frente a las incursiones y ataques. Los viales por los que discurren las rutas de comunicación que cruzan los asentamientos son las calles principales, empedradas -por lo general. Al abandonar la zona urbana siguen jugando su papel dinámico, sirviendo para la creación de arrabales en el caso de expansión de la población o como elemento referencial para el establecimiento de cementerios. El foro, un espacio abierto flanqueado de edificios y con planta rectangular es el lugar de relación, de mercado, de actividades públicas y de ceremonias.
Por Ilerda (Lérida) y Osca (Huesca) pasa la vía que, desde Tarraco (Tarragona), alcanza a los últimos pueblos vascones de la costa del Océano, tanto en la región de Pompelon (Pamplona) como en la de Oiason, ciudad situada en el borde mismo del Océano. Esta vía mide 2.400 estadios y acaba justo en la frontera entre Aquitania e Iberia. Estrabón, libro III.4.10. Entre los años 29 y 7 a. c.
El río Magrada ciñe a Oeason. Pomponio Mela, libro III.1.15. Años 43-44 de nuestra era.
La anchura de la península Ibérica desde Tarragona hasta la costa de Oiarso es de 307.000 pasos. partiendo del Pirineo y siguiendo la ribera del Océano hallamos el bosque (o puerto de montaña) de los vascones, Olarso. Plinio el Viejo. Historia Natural, libro III.3. 29 y 30. Mediados del siglo I.
Entre los vascones: la ciudad de Oiassó y el promontorio Oiassó. Coordenadas: 15º 10´; 45º 05´. 15º 10´; 45º 50´. Ptolomeo, Geographia, II.6. Mediados del siglo II.
Irun es, en la actualidad, un nudo de comunicaciones internacionales, cabeza de puente en las conexiones entre la península y el continente europeo. Aquí acaban la línea ferroviaria que viene de Madrid y la de vía estrecha que, en sucesivos tramos, circula por el borde de la cornisa cantábrica; las redes de carreteras nacionales 1 y 240, procedentes de Madrid y Tarragona respectivamente, la nacional 634 que se prolonga hasta Galicia, la Autopista A-8, que lleva a Bilbao y Santander. En este punto coinciden las rutas para cruzar el Bidasoa y por Hendaia seguir rumbo hacia Burdeos y París, hacia Toulouse y sus múltiples conexiones con el Mediterráneo o el corredor del Ródano, Suiza, Alemania, Italia. Es, en realidad, el paso occidental de la cadena montañosa de los Pirineos, paso natural que sirve, también, a las aves migratorias en sus desplazamientos. Irun es, además, la heredera de Oiasso, civitas de los vascones, y esta relación se mantiene en su nombre, como ocurre con Pamplona que, también, se llama Iruña o con la antigua ciudad de Veleia, la tercera Iruña de la geografía vasca. Irun-Iruña junto con las demás Iliberris o Irunberris que jalonan la geografía romana de Hispania y las Galias (en la Bética y en la Narbonense) sería el término genérico con el que se designarían las zonas urbanas, las ciudades, distinguiéndolas así de otras categorías de población.
Durante muchos años se ha creído que era Oiartzun el municipio en el que se situaba Oiasso, pero los descubrimientos de los últimos treinta años han corregido esa identificación y ya no hay excusa para seguir manteniendo esa ubicación. Primero, fueron unos datos aislados recuperados en los años sesenta del siglo pasado en el cabo de Higer y en la plaza del Juncal, seguidos -poco más tarde, del descubrimiento del cementerio romano de la ermita de Santa Elena. Años después, en los ochenta, se reconocen los ejemplos de minería romana de su entorno y, a comienzos de los noventa, el área portuaria. Esa misma década se identifican, finalmente, testimonios de la urbe -restos de las termas y de edificios residenciales. Por lo que se sabe, la civitas romana se ubicaba en el casco histórico, en el espacio comprendido entre el ayuntamiento y el extremo de Beraun, sobre una zona elevada y rodeada, en su mayor parte, por las aguas del estuario; aprovechando esta circunstancia se extendían los muelles de un puerto de gran vitalidad. Los datos obtenidos en las excavaciones de las áreas portuarias de las calles Santiago y Tadeo Murgia han servido para determinar que los muelles se construían en madera, adaptándose al relieve de las orillas de la colina, en la zona de contacto con las aguas. Hasta ellos llegaban las embarcaciones, independientemente del estado de la marea, trasladándose las mercancías hasta los almacenes situados junto a los muelles. Aquellos productos que se habían deteriorado en el viaje se arrojaban a las aguas del embarcadero, acción que, junto con los vertidos de residuos urbanos, acabó por colmatar las vías de acceso a los muelles. El asentamiento urbano ocupaba unas 15 hectáreas y se le supone un plano regular distribuido en calles, manzanas residenciales, edificios y espacios públicos. El cementerio se extendía fuera de los límites urbanos, coincidiendo con una de las salidas principales de la población. La influencia de esta civitas alcanzaba -por lo menos, ambas orillas del estuario, hasta la desembocadura, conociéndose manifestaciones de ese período en el recinto amurallado de Hondarribia, en las inmediaciones de la playa de Ondarraitz (Hendaia), en el monte San Marcial, en Jaizkibel y al pie del castillo de San Telmo, en la rada de Higer.
Los habitantes de Oiasso gozaban de un nivel de vida parecido al de otros núcleos urbanos del Atlántico; seguían la dieta impuesta por las costumbres romanas, los hábitos de aseo, vestido y ocio; compartían ritos funerarios y celebraciones religiosas; conocían la escritura latina y se dedicaban al comercio y a la artesanía, sin olvidar la dedicación minera, la pesca y las actividades derivadas de su situación estratégica en la red viaria. Recientemente, se han descubierto los restos del puente que servía para unir ambas orillas del Bidasoa, lo que confirma su condición de nudo de comunicaciones en la antigüedad, relacionando Aquitania con Iberia y distribuyendo el tráfico por la red que confluía en este punto, con sus diversas ramificaciones y orientaciones. Su condición portuaria le confiere, además, una posición relevante en la ruta de cabotaje que discurría paralela a la costa, situándose como referencia de primer orden entre los puertos de Burdeos (Burdigala) y Santander. La etapa de esplendor de la civitas de Oiasso discurre entre los años 70 y 150 de nuestra era.