A lo largo de este último siglo que precede a la era actual, se produce en Gipuzkoa la transición hacia el dominio romano. Primero se advierten los síntomas de una relación de influencia, para dar paso, antes del final de la era, a los testimonios que indican la incorporación a la ordenación romana.
Coincidiendo con las escaramuzas de las guerras sertorianas se escondieron en la cueva de Usastegi en Ataun, varias monedas de plata que constituían un pequeño tesoro para la época. Son ocho denarios ibéricos acuñados en Baskunes (ceca que se identifica con el territorio de los vascones o con Pamplona), Turiasu (Tarazona) y Segobrice (Cabeza del Griego, Cuenca). Siguen un patrón determinado, contando con una representación de un rostro de pelo ensortijado en el anverso y un jinete armado en el reverso. Responden a modelos que reflejan nuevos hábitos comerciales resultantes de la conquista romana, aunque se mantienen las atribuciones nativas. En el caso de Ataun, denotan la existencia de transacciones con el valle del Ebro, además de ser la evidencia más antigua que se dispone acerca de la influencia de Roma en el territorio guipuzcoano.
De hacia el año 10 (12 a. c. al 6 d. c.) es una moneda de Augusto descubierta en las excavaciones de la calle Beraketa en Irun (1997). Viene acompañada de otros hallazgos de época augustea, recuperados en las inmediaciones de la iglesia Parroquial del Juncal, caso de varios elementos de vajilla fabricada en alfares itálicos. Con ellos se inicia la serie de aportaciones materiales que transformarán los modos de vida de los núcleos de población más significativos, en los que se repetirá el modelo urbano desarrollado e implantado por Roma en su expansión geográfica. Como muestra evidente de esta serie de transformaciones que se producen en torno al cambio de era, puede señalarse la estela de Andrearriaga; un hito de piedra que ha marcado el límite municipal entre los términos de Oiartzun e Irun desde el siglo XV, al menos. Se trataría de una estela funeraria en la que se menciona a un personaje que ha adoptado un nombre común latino pero que se acompaña de su relación familiar indígena: Valerio, hijo de Belteson, indicando la vinculación entre concepciones prerromanas y nuevas referencias latinas o romanas.
Coincidiendo con el sometimiento de las tribus cantábricas, se asiste a la implantación pausada pero continua de elementos culturales romanos en el estuario del Bidasoa. Por las características de los testimonios, se deduce que son consecuencia de acciones que proceden del lado septentrional de los Pirineos, vinculándose a un foco de influencia aquitano, ligado -probablemente, al campamento militar de Saint-Jean-le-Vieux en Donibane Garazi (Saint Jean de Pied de Port). La razón del interés romano parece relacionado con la actividad de las minas de plata del entorno de Aiako Harria, cuya ex-plotación coincide con la del oro aluvial del Errobi, en torno a las minas de Itsassou, en Zuberoa, y con las minas de plata de los Aldudes. El trabajo en las minas estaría orientado a la obtención de metales preciosos, siendo necesaria abundante mano de obra para hacer frente a los trabajos de extracción que requerían de importantes movimientos de tierra y de una compleja planificación. Los abastecimientos procederían de Burdeos, puerto desde el que se repartían los productos de la cuenca del Garona, incluidas las vajillas del centro alfarero de Montans.
En el caso que nos ocupa, la presencia de sigillata de Montans en el Bidasoa se interrumpe bruscamente en el año 70, siendo sustituida por sigillata riojana. Este cambio en la procedencia de los productos cerámicos, que denota una alteración en los focos de influencia que se trasladan hacia el valle del Ebro, viene acompañado de otros acontecimientos históricos cuyas consecuencias se generalizan más allá del Bidasoa y de la franja costera guipuzcoana.
La historia de Roma, desde los orígenes de la ciudad, está marcada por las conspiraciones, los asesinatos políticos y la brutalidad como medios de acceder al poder. Con la instauración del imperio, en tiempos de Augusto, la sucesión de los emperadores provoca intrigas de todo tipo para garantizar la continuidad de los candidatos en el seno familiar. Tiberio fue un hombre marcado de por vida por haber sido obligado a divorciarse de su primera mujer, a la que amaba, para casarse con la hija de Augusto; la demencia de Calígula se explica por el trauma causado por el asesinato de sus hermanos y la muerte de su madre, exiliada por orden de Tiberio a la isla de Pandataria donde se dejó morir de hambre. Claudio fue elegido por encontrarse casualmente escondido detrás de una cortina cuando fue descubierto por los pretorianos que buscaban un sucesor ante la amenaza de volver a la República tras los excesos de Calígula, y Nerón fue otro perturbado debido a las condiciones en las que transcurrió su infancia, huérfano de padre a los tres años y alejado de su madre. El Senado le declaró enemigo público y decretó su muerte, pero él se suicidó con la ayuda de su secretario. Acaba así la dinastía instaurada por Augusto, la julio-claudia, y tras un paréntesis de menos de un año, abierto por la guerra civil, fue elegido Vespasiano con el apoyo de las legiones de Oriente. Tenía 60 años cuando fue nombrado emperador y reinó durante diez años; le sucedieron sus hijos Tito y Domiciano, por ese orden, completando la que se conoce con el nombre de dinastía flavia.
A Vespasiano se deben las iniciativas que favorecieron el desarrollo comercial y económico del que se beneficiaron la costa vasca y los territorios del Atlántico. Si en tiempos de Claudio se emprendió la conquista de Britania, con Vespasiano la armada romana llegó hasta Escocia. Otorgó, además, el año 73-74 el derecho latino a toda Hispania. Según este derecho, que se fue aplicando gradualmente a partir de la fecha de concesión, los que desempeñaban cargos públicos en la administración municipal, ganaban la ciudadanía romana, favoreciendo el desarrollo de las ciudades. Dependiendo de esta nueva dinámica se reorientan los intereses romanos en Gipuzkoa, dándose impulso al puerto de Irun, Oiasso, que dejará de ser un foco económico basado en las explotaciones de plata para sumar a esa función otros cometidos de mayor importancia y alcanzar categoría de puerto regional en el área del Golfo de Bizkaia. En realidad, se trata de una transición habitual por la que la economía de los territorios conquistados deja de centrarse en la apropiación de los recursos naturales, como medio de sufragar los gastos de la ocupación, para dedicarse a generar excedentes, transformando las estructuras de producción.
En el año 97 el Senado nombró emperador a Nerva; la nueva dinastía, la antonina, que se mantuvo en el poder hasta el año 192, fue la artífice del apogeo de Roma, aunque al final de la etapa se conocerá el preámbulo de la crisis que estallarán en el siglo III, con la que se inicia la etapa de decadencia.
Durante todos estos años, se mantiene la pujanza de la civitas de Oiasso, dedicada a los intercambios comerciales en un amplio espacio en el que se incluían las tierras de la margen izquierda del Garona, el valle medio del Ebro, las estribaciones occidentales de los Pirineos y, por la costa, el espacio comprendido entre Burdeos y Santander, aproximadamente. El comercio de largo recorrido, también estaba representado, aunque de forma puntual, conociéndose importaciones que llegan desde el Mediterráneo Oriental, la Bética o el Golfo de Narbona. Igualmente, el resto de la costa guipuzcoana parece beneficiarse de esta buena coyuntura, al igual que las zonas del interior, como se comprueba por los hallazgos de Eskoriatza o de Urbia.
Septimio Severo consiguió, tras superar la guerra civil, formar una nueva dinastía, la de los severos, en la que se incluyen sus hijos Caracalla y Geta, y otros continuadores hasta Severo Alejandro. Caracalla extendió en el año 212 la ciudadanía romana a todos los habitantes del imperio. El período de disturbios se prolonga casi hasta final de siglo, en la denominada "Anarquía militar". Se sucede un emperador tras otro, nombrados por los ejércitos hasta que Diocleciano, de origen humilde, consiguió reorganizar el gobierno y mantenerse en el poder durante más de 20 años. Pero ya la situación era irreversible y la fragmentación de los dominios del imperio, los problemas con las tribus bárbaras y el movimiento cristiano irán minando los pilares del sistema romano hasta hacerlo irreconocible. Hispania queda organizada en diócesis dependiente de la prefectura de la Galia. Juliobriga (Reinosa), Veleia (Iruña de Oca) y Lapurdum (Baiona) se convierten en sede de un tribuno de cohorte, un alto jefe militar, a la vez que se dotan de importantes fortificaciones defensivas. Hasta el puerto de Oiasso llegan todavía productos del Norte de Africa, pero los intercambios han descendido hasta niveles mínimos.
Constantino permite el culto cristiano, año 312, y Teodosio lo eleva al rango de religión del estado en el año 380. Con este emperador los godos logran instalarse en el interior del imperio, entre los Balcanes y el Danubio, a cambio de asegurar el limes danubiano; los obispos reclaman la superioridad del poder religioso sobre el del emperador que, incluso, fue excolmugado y, finalmente, se asiste a la división del imperio entre sus dos hijos: Oriente para Arcadio y Occidente para Honorio. Tras la división, vándalos, alanos y ostrogodos invaden Occidente, circunstancia que aprovecha el jefe godo Alarico para sitiar Milán y llegar hasta Roma. Una nueva invasión se produce la nochevieja del año 406; aprovechando que el Rhin se había helado, vándalos, suevos y alanos consiguen llegar hasta los Pirineos que cruzan entrando en Hispania. Poco a poco el único territorio que quedará bajo poder imperial será Italia, pero en setiembre del año 476, siendo emperador Romulus Augustulus, Odoacro un oficial de la guardia imperial, hijo de un rey bárbaro, consiguió levantar a las tropas de la última armada romana que le proclamaron rey de Italia.
Tales transformaciones tienen reflejo en las evidencias arqueológicas reconocidas en Gipuzkoa. La pujante Oiasso de los siglos I y II apenas muestra síntomas de actividad económica en estos últimos siglos. Los muelles de su puerto parecen inactivos; la piscina de las termas usada como lugar de habitación, probablemente para el ganado, y los monumentos funerarios de su cementerio, abandonados y en ruinas. Getaria, también, aparece desocupada. Por el contrario, se asiste a una significativa recuperación del hábitat en las cuevas, posiblemente por la reactivación del pastoreo. El manantial salino de Dorleta, en Leintz Gatzaga y el establecimiento siderúrgico de la colina de Arbium en Zarautz son los dos únicos centros de producción que se conocen activos en este período. Además, entre los testimonios materiales, caso de las monedas o de las vajillas derivadas de la sigillata, se encuentran símbolos cristianos que hacen referencia a la nueva corriente religiosa dominante.
No deja de ser llamativa la brusca ruptura del horizonte romano a partir del siglo V. Desde luego, la situación geográfica del territorio presenta -en esos momentos, grandes inconvenientes frente a los ataques bárbaros, tanto por su proximidad a las vías de comunicación -especialmente el paso de los Pirineos, como por su situación costera. El año 428 Aquitania es entregada a los godos; el 449, Rechiario -rey de los suevos, saquea Vasconia; el año 455 naves hérulas atacan las costas de los cántabros y de los várdulos; el año 473, Gauderio conde de los godos entra por Pamplona y conquista Zaragoza y las ciudades cercanas.