Encaramada en la ladera de Aitzorrotz, la aldea de Bolibar guarda la fama de ser uno de los pasos más antiguos de la Llanada Alavesa hacia Gipuzkoa. Esta teoría estaría explicada por la existencia en lo alto de la peña de Aitzorrotz de una vieja fortaleza de la que la leyenda dice tiene un origen romano, e incluso pre-romano. Ese pensamiento no deja de tener su base, ya que la ruta que vigilaran desde el castillo forzosamente tenía que ser una calzada que llegaba por los cordales de la sierra de Artía-Elguea, y que descendía hacia el valle de Léniz en las proximidades de Aretxabaleta, o bien encaminándose en dirección al llamado "Errege-bidea" de Ergiña.
La posición de Bolibar responde a la estructura clásica de los pueblos de montaña. Casas escalonadas sin orden alguno, y tan desniveladas unas de otras que las ventanas de las situadas más arriba dan sobre el tejado de la inmediata inferior. Entre ellas destaca la torre de la iglesia. Parece como si quisiera poner un poco de orden en ese pequeño lío de sus dos calles de estrechas escalinatas, pendientes rampas, y plazuelas abiertas donde mejor les va. Y es precisamente en esa falta de ordenación urbana donde reside su encanto.
La parroquia de San Miguel de Bolibar conserva guardada entre sus muros una interesante ventana románica. Es de líneas simples tanto en su arco como en sus columnas y capiteles.Con independencia de su interés artístico, su importancia estriba en que constituye uno de los testimonios que demuestran la existencia de una comunidad en este lugar por lo menos desde hace siete siglos. En otros lugares del templo, incrustados en sus muros, se localizan restos de dos ventanas góticas, así como los trozos de lo que pudieron ser ventanas románicas.
Todos estos datos llevan a la conclusión de que la primitiva iglesia de Bolibar sufrió una serie de transformaciones en el paso de los siglos, arreglos y ampliaciones que lentamente fueron desvirtuando su estructura original, hasta dejarla completamente irreconocible.
En unas obras de restauración de la bóveda de la iglesia efectuadas meses atrás, se descubrió que, en contra de lo que se pensaba, toda la estructura de la techumbre era de madera y no de piedra, como siempre se había creído. Esta cubierta tan original la hace única en las iglesias de Gipuzkoa.
Según se cree fue en la casa cura) de Bolibar donde se refugió el cura de Santa Cruz cuando escapó de su encierro de Aramayona. Cuentan que en los días en que estuvo escondido en la aldea, mientras hacía que rezaba con la cabeza gacha, lo que en realidad llevaba a cabo era dar órdenes a sus hombres para que marcharan a las inhóspitas sierras de Zaraya a espiar los movimientos de las tropas liberales en los collados del antiguo mandobide y del camino de Arlabán.
Hoy Bolivar es una aldea tranquila que ha olvidado la famosa "guardia negra" del no menos famoso cura que tenía por enseña una bandera negra.
Vigilante sobre Bolibar, como un mástil, se alza el peñasco calizo de Aitzorrotz. Esta ermita, destruida varias veces por el rayo, ha sido reconstruida otras tantas para seguir defendiendo de las tormentas los sembrados, los ganados y las casas. Algún autor ha relacionado las ruinas de la fortaleza de Aitzorrotz con uno de los castillos que, según el arzobispo Jiménez de Rada, entregaron los guipuzcoanos a Alfonso VIII, cuando nuestro territorio fue ocupado por los castellanos, arrebatándoselo a los navarros. Era el año 1200. Más tarde, ya en el siglo XV, Aitzorrotz defendió los derechos de Enrique IV. El valor estratégico de ese fuerte próximo a la ermita de Santa Cruz duró hasta la última de las guerras carlistas.