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martes 24 diciembre 2024



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La Andra Mari de Arantzazu

No podemos olvidar que en medio de este fabuloso paisaje y en el contexto socio-histórico-artístico que venimos describiendo, el objeto de devoción y de piedad por antonomasia es la figura de la Andra Mari de Arantzazu. La pequeña imagen hallada en los breñales por Rodrigo de Balzategi es la misma que hoy se venera en el Santuario y que ha sido salvada de todos los incendios, exclaustraciones y hechos de toda índole que ha sufrido este lugar a lo largo de su historia. ¿No es éste ya un pequeño milagro que sucede en la historia de los pueblos y de algunas colectividades? ¿Por qué se han salvado estas imágenes y no otras?

Se trata de una imagen sedente, perteneciente a la tipología de Vírgenes con niño, denominadas en el País Vasco "Andra Mari", que había que situar en período tardorrománico, o de transición, siglo XIII, y según algunos historiadores en el siglo XIV-XV ya en el estilo gótico. La imagen, de 36 centímetros, de piedra, representa a la madre coronada, con la manzana o bola del mundo en una mano y acogiendo al niño desnudo con la otra. De rostro serenotanto la madre como el Hijo, poseen ambos una ligera sonrisa y una mirada vívida. Vestidos con pliegues un tanto rígidos pero ya tendentes a un mayor naturalismo. La imagen bien podría haber sido retocada en períodos posteriores, a finales de la Edad Media o más cerca de nuestros días. Así lo vio el P. Lizarralde y así lo ven los especialistas de hoy en día. Durante varios siglos, desde 1621, la imagen ha sido venerada recubierta de mantos y de joyas, tan del gusto del Renacimiento y del Barroco, hasta que el año 1963 fue devuelta a su estado primitivo. Lucio Muñoz, autor del retablo, diseñó el espacio del nuevo camarín. El espino original sobre el que apareció la imagen y la campana fueron incorporados con delicadeza y acierto al conjunto de la Andra Mari de Arantzazu, que hoy, gracias a una adecuada iluminación, irradia veneración y buen gusto. En esta operación salió ciertamente ganando la imagen y su conjunto.

La Virgen de Arantzazu Grabado
Camarín de la Virgen de Arantzazu ates de la. © Antton Elizegi
Imagen de piedra de Arantzazu. Grabado.
Imagen de piedra de Arantzazu. Grabado. © Antton Elizegi

"Harrizkoa zara.
Irribarrezko harri triste t'hotzezkoa.
Elorrian zagoz.
Irribarrezko triste irribarrezkoa".

Bitoriano Gandiaga

 

¿Quién colocó la imagen de la Virgen sobre el espino y qué es lo que pretendía con ello?, se pregunta el historiador Luis Villasante. Vana pregunta, para la que no se halla respuesta. Se ha pensado que la imagen pudiera pertenecer a algún penitente que se hubiera retirado con ella a estas soledades, o abandonada, caída o depositada por algún caminante o peregrino que pasaba por estos lugares.

Imagen de la Virgen de Arantzazu en un cuadro de P. Uranga (1918)
Imagen de la Virgen de Arantzazu en un cuadro de P. Uranga (1918). © Antton Elizegi
"Aranzan Zu!". Hombrados Oñativia. 1927
"Aranzan Zu!". Hombrados Oñativia. 1927. © Antton Elizegi

Camarín de la Virgen de Arantzazu antes de la última
reforma.
Camarín de la Virgen de Arantzazu antes de la última reforma. © Archivo Arantzazu.

Muy recientemente, y tras la remodelación el año 1981- 82 de los polos de celebración llevada a cabo por el artista José María Zunzunegui, mesa de altar y ambón, han sido incorporados dos objetos de culto de indudable valor histórico-artístico: el Sagrario, obra de Lucio Muñoz, y el Cristo crucificado perteneciente al Santuario, obra el siglo XVII. El diseño del mobiliario -sede y celosía- realizados por Sáenz de Oiza, es recio y racionalista, prevalece la línea recta al igual que en el Sagrario. Lucio Muñoz incorpora a éste la luz y la pintura, parece una caja-casa de montaña japonesa en la que abunda la miel y la leche, el maná del Nuevo Testamento, la Eucaristía. Blancos y azules trazan una sinfonía lírica. Es una pieza soberbia y única.

Libro de pergamino de la "Benedicta"
Libro de pergamino de la "Benedicta". © Antton Elizegi
Pintura de la Virgen de Arantzazu realizada en Méjico
en el siglo XVIII.
Pintura de la Virgen de Arantzazu realizada en Méjico en el siglo XVIII. © Antton Elizegi

La imagen de Cristo crucificado es un varón de dolores cubierto de sangre y de espinas, de bella anatomía y ha sido muy venerada durante años en el Convento. Hoy ha sido recuperado con acierto para el culto de la Basílica.

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