Nos detendremos particularmente en dos piezas, el hueso de ave de Torre y la plaqueta de arenisca de Ekain, porque se incluyen entre las piezas maestras del arte mueble paleolítico europeo.
Entre los huesos decorados descubiertos en yacimientos gipuzkoanos destaca el hallado en el covacho de Torre en Oiartzun. Torre es un pequeño covacho que no ofrece condiciones de habitabilidad, pero que fue utilizado como puesto de caza en diversos períodos de nuestra Prehistoria. Se trata de un cúbito de alcatraz o sanga, ave marina nórdica, que aun en nuestros días suele arribar a nuestras costas y que entonces era mucho más frecuente. Del hueso se conserva la diáfisis y parte de la epífisis proximal, faltando la distal. La parte que se conserva mide 18 cm de longitud.
Este hueso constituye una perfecta miniatura. Lleva grabadas, las siguientes figuras: un ciervo, un caballo, un sarrio, dos cabras monteses, un uro y un antropomorfo. Las figuras se respetan unas a otras, sin apenas superposiciones. Todas ellas están de perfil, salvo las dos cabras monteses, cuyas cabezas se muestran de frente, cosa muy común en el arte paleolítico.
Hay además una serie de signos como líneas, trazos en zig-zag y puntos, que recorren el hueso de un extremo al otro.
Las figuras animales son de gran realismo. Obsérvese la cabeza del ciervo.Lleva la boca abierta, como bramando y el lacrimal conspicuo, carácter que muestran los ciervos cuando braman. De la cornamenta se ha trazado el arranque de la vara y los dos candiles basales. El caballo lleva la crinera corta y enhiesta como es típico en los caballos salvajes. El modelado que se ha realizado en la cabeza del sarrio indica la diferente coloración de éste en la realidad. Véase en especial la mancha oscura que corre entre ojo y hocico.
La única figura no realista es el antropomorfo, cosa también común en el arte paleolítico. Se han representado en el mismo, sin embargo, el pelo, la barba y el ojo con las pestañas inferiores y superiores. Por los paralelismos con otras piezas halladas en estratigrafía, podemos asegurar que se trata de un hueso perteneciente al Magdaleniense Superior-Final, distante de nosotros unos 12.000 años.
En el nivel Magdaleniense Superior del yacimiento situado a la entrada de la cueva de Ekain se encontraron siete fragmentos de una plaqueta de arenisca grabada, los cuales permitieron ser remontados de nuevo. En la plaqueta se encuentran representadas y superpuestas las partes anteriores de una cabra montés, un ciervo y un caballo.
La cabra, grabada con líneas bastante profundas, es la figura más visible de la plaqueta. La cuerna ondulante muestra que se trata de una representación de la cabra pirenaica. La cabeza ha sido dibujada con muchos detalles: el ojo, las orejas, la prominencia frontal y los dos cuernos. En estos se han detallado los medrones, mediante una serie de líneas transversas. El cuello en su parte inferior, el pecho y las patas anteriores han sido trazados cuidadosamente con muchos trazos cortos que modelan en parte esas regiones.
El ciervo, a excepción de su cuerna, ha sido trazado con una técnica de grabado más fina que la empleada en la cabra. Se ha dibujado la cabeza con el ojo y la línea bucal. En la cornamenta se han indicado los candiles basales, el candil medio de cada cuerno y la corona, ésta en forma ensanchada. La corona suele ser la parte más variable de la cuerna de los ciervos: con frecuencia aparecen coronas aplanadas de las que salen pitones terminales.
La tercera figura, difícil de ver, representa probablemente un caballo.
Una datación radiocarbónica del estrato inmediatamente inferior dio la edad de C14 de 12.050 ± 190 años desde hoy.
En el nivel Magdaleniense Final de Urtiaga apareció una plaqueta de arenisca en 2 trozos, que contiene las siguientes figuras:
En una de las caras lleva una preciosa cabeza de cabra hembra o cabrito, muy bien trazada, con un grabado ancho. Se han indicado los cuernos, oreja, ojo, nariz y boca.
En la otra cara hay una figura de reno hecha con un grabado fino. Lleva también bien plasmados los detalles necesarios para clasificarla como tal: dorso con la cruz bien indicada, posición baja de la cabeza, forma de la cuerna, melena en la parte ventral del cuello y hocico romo.
Se trata de un canto rodado de caliza que lleva un grabado sumamente fino. En una de las caras lleva representada la parte anterior de un caballo con su cabeza y cuello. Se ha indicado la crinera enhiesta, así como detalles del hocico. No se representó en cambio el ojo.
Se trata de una varilla de sección plano-convexa, rota en los dos extremos y decorada en la cara convexa. Esta decoración consiste en tres conjuntos alineados a lo largo del cuerno, cada uno de los cuales lleva tres surcos dispuestos en paralelo y algo ondulados. Cada uno de estos surcos lleva una serie de pequeñas incisiones estrechamente unidas.
Esta varilla fue descubierta en el nivel Solutrense de la cueva, por lo que pertenece a una época anterior a todas las demás manifestaciones que aparecen en este libro. Hay además numerosos arpones y azagayas con decoraciones diversas, así como colgantes realizados en dientes de ciervo, cabra montés o conchas, que perforaban a fin de pasar por el orificio el hilo suspensor.
Estos objetos utilitarios, empleados en la caza y en la pesca, solían ser decorados con frecuencia, aunque tal decoración no añadiera nada a la eficacia del instrumento. Veamos algunos casos:
Punzón de Ermittia. Se trata de un punzón de sección triangular, que lleva en cada una de las caras un dibujo grabado semejante. En dos de las caras se trata de rombos alineados, con un punto dentro y relacionados mediante líneas rectas. En la tercera cara en vez de rombos hay dos trazos cortos oblicuos.