En este panorama las cuevas, especialmente aquellas cuya entrada estaba dirigida al Sur o al Este ofrecían magníficos refugios a los grupos humanos del Territorio. Existían también probablemente habitaciones al aire libre, pero la caducidad de sus chozas, unidas a la densa cubierta vegetal de la región hace que su detección sea mucho más difícil.
Son muchas las cuevas que en esta época fueron habitadas en Gipuzkoa por aquellos cazadores y recolectores. Así entre otras las de Aitzbitarte en Renteria, Altxerri en Aia, Erralla en Zestoa, Ekain, Urtiaga y Ermittia en Deba, Iruroin y Langatxo en Motriku.
Respecto a los medios de subsistencia de sus pobladores, se nos pierden en gran medida los procedentes del mundo vegetal, por la fragilidad de sus restos, si bien en la actualidad se comienza a aplicar métodos de búsqueda y recolección que irán cubriendo esta laguna en nuestros conocimientos futuros. Más información poseemos de la subsistencia de origen animal, dado que los huesos de muchos de los animales que consumían se han conservado en buenas condiciones y constituyen la mayor parte de los restos de alimentación que permanecen en los yacimientos. Estos restos proceden fundamentalmente de los ungulados existentes en el entorno del lugar de habitación, así como de algunas aves.
El ciervo era una especie muy abundante, junto con la cabra montés. Sobre estas dos especies, ciervo y cabra, se asentaba la subsistencia de origen animal de los pobladores magdalenienses de Gipuzkoa. Si los espectros faunísticos del Paleolítico Medio muestran que se practicaba una caza oportunista, ocasional, explotando todos los ungulados existentes en el ecosistema, posteriormente se observa una especialización en la caza, la cual se acentúa en el Magdaleniense.
Esta especialización en los yacimientos costeros y situados cerca de zonas de relieve suave, se basa en la caza del ciervo. A veces se da una superespecialización, como en el caso del Magdaleniense Inferior de Ekain, en que la cueva era habitada durante los meses templados de año, como puesto de caza para sorprender a las ciervas recién paridas y a sus cervatillos.
En los yacimientos situados junto a roquedos abruptos la especialización se da sobre la cabra montés. Hay por supuesto yacimientos que participan de ambas especializaciones, habida cuenta de su situación. Así, si durante el Magdaleniense Inferior de Ekain se explotaban las zonas próximas al yacimiento y las tierras circundantes del Urola, aguas abajo de éste, donde abundaban los ciervos, durante el Magdaleniense Superior acudían a los escarpes rocosos Agido y las estribaciones de Izarraitz a cazar cabras monteses.
Otro de los recursos de las poblaciones magdalenienses, si bien mucho más limitado que el de la caza, era el de la pesca. Las vértebras de peces, que aparecen en los yacimientos, así lo atestiguan. Por otro lado existen representaciones rupestres de peces fluviales y marinos, que penetran en los estuarios, tales como los que se encuentran en Ekain y Altxerri.
El marisqueo de moluscos en la costa tenía aun poca importancia, ya que, como hemos dicho más arriba, ésta se encontraba alejada de los yacimientos actuales. Es cuando la costa se acerca porque los hielos del continente se derriten y vierten al mar inmensas cantidades de agua, cuando aumenta notoriamente el marisqueo. Testigo de ellos son los concheros que aparecen en los niveles postpaleolíticos de nuestros yacimientos.