Las manifestaciones paleolíticas de arte existentes en Gipuzkoa tienen lugar a finales del Paleolítico Superior, en la época que denominamos Magdaleniense, encuadrada entre los 17.000 y los 11.000 años desde el presente.
Había pasado ya el máximo glaciar, allá hace unos 18.000 años, durante el período denominado Solutrense, cuando las nieves perpetuas, en Gipuzkoa, se situaban hacia los 1.100 metros de altitud, cuando las cumbres de Aizkorri y Aralar se mostraban blancas durante todo el año.
El gran casquete helado glaciar que cubría todo el Norte de Europa así como los grandes glaciares existentes en los Alpes y los Pirineos y en otras cordilleras elevadas, retenían las aguas robadas al mar mediante las precipitaciones. El nivel de éste descendió unos 120 metros en nuestras latitudes. Si atendemos a las curvas de nivel submarinas o curvas batimétricas de nuestra costa, la cota de 120 metros bajo la actual superficie se encuentra alejada unos 12 Km. aproximadamente de la costa actual. La orilla del mar se encontraba por tanto 12 Km más lejos que hoy. Nuestros yacimientos, que hoy denominamos costeros, se encontraban lejos de tal costa y el acercarse a ella exigía caminatas de 30 o más Km entre ida y vuelta.
De ahí que no haya concheros en los asentamientos humanos de esa época. Los grandes concheros aparecen después del Magdaleniense. Antes se decía que eran modas culinarias. Hoy sabemos que después del Magdalniense los hielos se deshielan, las aguas corren al mar y el nivel de éste va subiendo hasta situarse la costa en su posición actual. Sencillamente el mar quedaba lejos durante la glaciación. Y se acercó pasada la misma.
Probablemente hay yacimientos submarinos en los roquedos calizos hoy sumergidos. Pero los desconocemos. Si en el futuro se tienen medios para estudiarlos y las autoridades del momento sensibilidad para ayudar a esa investigación, podrán aclararse más cosas.
Había pasado pues el momento álgido de la glaciación, pero ésta continuó todavía durante el Magdaleniense.
Es este un período esplendoroso en nuestra prehistoria. Los grupos humanos vivían en nuestro solar, como hemos dicho al comienzo, desde hacía más de 200 milenios, pero en esta época se da un aumento notable de los mismos, a juzgar por el número de yacimientos de esta época, comparado con los de épocas anteriores.
El paisaje vegetal se diferenciaba del que nosotros disfrutamos hoy, o mejor dicho, disfrutaron nuestros abuelos hace 100 años. Estos conocieron nuestras tierras bajas y nuestras colinas inferiores a 600 metros de altitud con abundantes robledales y castañares. Por encima de esa cota era el dominio del hayedo. Este se ha conservado mal que bien hasta nuestros días. De los robledales no nos queda más que algún testigo aislado. Las necesidades de pastos y tierra de labor, las ferrerías, los astilleros y las construcciones diversas dieron cuenta de ellos.
Durante el Magdaleniense no existía este bosque caducifolio. El paisaje estaba desarbolado. Una estepa fría dominaba montañas y colinas. Solamente en las solanas de los valles abrigados crecían pequeños bosquetes de pino silvestre, acompañados de algunos avellanos y abedules y de algunos alisos en los ribazos.
Entre los animales de la región, además de ciervos, cabras monteses, sarrios, uros, bisontes y caballos, quedaban aún el reno, la liebre ártica y ratoncillos nórdicos que hoy se extienden desde el Norte de Alemania hasta la tundra de Escandinavia.
Así era el solar donde moraban los artistas de Ekain, Altxerri, Torre, Ermittia, Urtiaga, Aitzbitarte y otras notables cavernas de Gipuzkoa.