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miércoles 25 diciembre 2024




Bertan > Corsarios y piratas > Versión en español: Siglo XVIII

S. XVIII

Ataques franceses

Comienza el siglo XVIII, cómo no, con ataques de corsarios franceses. A pesar de que en 1692 se había armado en Bilbao una fragata para defender la entrada y salida de las naves del Abra, se sucedieron los robos a naves en estas aguas, no respetando los corsarios ni a las naves autorizadas ni a las de naciones amigas. En 1709 y 1710 fueron atacadas unas naos que salieron hacia Inglaterra e Irlanda provistas de su correspondiente pasaporte, cayendo presas de corsarios franceses a la misma salida del puerto. Las protestas del Consulado no dieron ningún resultado.

Respecto a los nuestros, tenemos noticias aisladas como por ejemplo, del amezketarra Juan de Zurriarain, que en 1712 murió en un navío corsario.

También sabemos que la Diputación guipuzcoana acudió al Rey, por el caso del "San Julián". Este barco que había sido de gente donostiarra, no paraba de robar por toda Europa bajo otro nombre, mandado por un corsario francés. Como dijo en carta el Consulado a la Diputación, "con engaños y trato doble que ha practicado con el capitán y con la gente, usando de bandera supuesta de holandeses, ocultando la de su nación y su propio nombre y el de su navío".

Y es que el corso vasco francés alcanzó extraordinario desarrollo en este siglo, sobre todo coincidiendo con épocas de guerra, como la Guerra de los Siete años, en la que fueron la preocupación de Inglaterra, y después en la guerra de Independencia de los EEUU.
Espadas de taza y de concha del siglo XVII.
98. Espadas de taza y de concha del siglo XVII.
© Joseba Urretabizkaia
Blas de Lezo, se destacó en sus ataques a los piratas que atemorizaban a los buques españoles de las Antillas.
99. Blas de Lezo, se destacó en sus ataques a los piratas que atemorizaban a los buques españoles de las Antillas. © Joseba Urretabizkaia
La bandera de la calavera y las tibias, la conocida "Jolly Roger".
100. La bandera de la calavera y las tibias, la conocida "Jolly Roger", no fue la única utilizada por los piratas de la "Edad de oro de la piratería" (siglos XVII y XVIII). Muy a menudo las personalizaban con motivos como relojes de arena, gotas de sangre, flechas, espadas... Pero muchas veces, para actuar con mayor posibilidad de sorpresa, los barcos piratas enarbolaban falsas. También eran utilizadas las banderas lisas, cuyos colores tenían valor simbólico: negro de muerte, rojo para la batalla sin cuartel, etc. ("La Connoissance des Pavillons"). © Joseba Urretabizkaia

Ataques en el Caribe

Saltando al otro lado del Océano vemos que a comienzos de este siglo la Corona de España era incapaz de asumir la vigilancia del comercio con sus colonias, y éstas a su vez, ricas y desarrolladas, no tenían medios para transportar a la metrópoli sus productos. Ello, unido a que los holandeses, franceses e ingleses se habían apresurado a apoderarse de pequeñas islas del Caribe controlando esa zona, llevó a que el comercio venezolano fuera monopolizado por extranjeros.

Pero algunos marinos vascos no se resignaban y afrontaban el peligro que suponía aventurarse a comerciar en aquellas costas. Y a veces les sucedía como al capitán Manuel de Iradi, que en 1711 vio abordada su fragata, llamada ni más ni menos que "Jesús, María, José y San Sebastián", por un corsario inglés, al que pudo rechazar con tres cargas cerradas de artillería y mosquetería, salvando así su considerable cargamento y a los viajeros que transportaba.

Felipe V intentó entonces fomentar el comercio con ultramar, prohibiendo la introducción de cualquier género de frutos de América que viniesen por mano extranjera y minorando sus derechos sobre el tráfico de cacao en más de la mitad.

Real Compañía Guipuzcoana de Caracas

En 1728 Felipe V concedió a Gipuzkoa el permiso para que, formando una Compañía, compartiese los beneficios del comercio, junto a la Corona.

El 25 de septiembre de 1728 se firmó el convenio entre España y Gipuzkoa y, dos años más tarde, salieron las primeras naves de Pasaia hacia Caracas.

La Corona española obtenía, a través de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, la seguridad de proteger las costas de Venezuela del acoso de los corsarios y piratas de otras naciones. Los barcos de la Compañía iban armados, lo que les posibilitaba para dedicarse al corso sin abandonar sus actividades comerciales. Los corsarios de la Compañía fueron muy temidos y atacaron sobre todo a las embarcaciones inglesas y holandesas que comerciaban ilegalmente.

La Compañía revolucionó la economía de la provincia. Sus comienzos fueron asaz difíciles, hasta que los guipuzcoanos se ganaron la confianza de los americanos y desplazaron a los holandeses de aquel comercio. Los beneficios no tardaron en notarse en los puertos de Pasaia y Donostia, y se reflejaron también en la construcción de barcos, que no paró.

El mantenimiento de esta línea comercial exigía la existencia de corsarios que garantizasen la posibilidad de desarrollarla. Y más aún en tiempos cmo los que discurrieron entre 1740 y 1748, en que la guerra de sucesión austriaca convirtió a España e Inglaterra en enemigos. Los corsarios vascos se convirtieron en una espina en el costado de Gran Bretaña, cuyos corsarios serían a partir de ahora los enemigos de la armada española, que volvió al nivel de respeto que ya había gozado en época de los Austrias.
En 1730 salieron las primeras naves de la Compañía rumbo a Caracas.
101. En 1730 salieron las primeras naves de la Compañía rumbo a Caracas.
© Joseba Urretabizkaia
Nuestra Señora del Coro, fragata armada en corso por la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas.
102. Nuestra Señora del Coro, fragata armada en corso por la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. © Joseba Urretabizkaia
Volviendo a nuestros corsarios, principalmente al servicio de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, no dejamos de tener noticias suyas durante estos años. Barcos como el "San Ignacio", conocido como "La Peregrina" o el "Nª Sra del Coro", el "Esperancilla" o el "San Juan Bautista", tripulados por marinos ataundarras, portugueses, tolosarras, normandos, extremeños, villabonenses, vascofranceses e incluso clérigos donostiarras, no dejaron de ser fuente de noticias en aquellos años en los que las cárceles inglesas se llenaron de corsarios vascos, y los puertos guipuzcoanos se acostumbraron a ver a sus barcos trayendo presos navíos ingleses, cargados de mercedrías, como por ejemplo en abril de 1744. En esta fecha hay constancia de dos presas inglesas, la primera con treinta toneladas de cobre y otras tantas de aceite, almendras, pasas y tafilete, todo por un valor de ochenta mil pesos, y la segunda con cuatrocientos cincuenta trajes confeccionados.

Lógicamente, y más en empresas de este tipo, los riesgos no se limitaban a defenderse del enemigo "oficial". Había que estar alerta ante cualquier peligro. Así en 1747, el "Ana Margarita", navío holandés con abasto para los donostiarras, estando ya a la bocana del puerto de Donostia, con los prácticos a su borda, fue apresado por un jabeque corsario de Baiona, que lo llevó a aquella ciudad, contraviniendo el tratado existente.

La Casa de Contratación y Consulado de San Sebastián escribió una carta a la Diputación de la provincia en la que, entre otras alusiones a problemas habidos por siete naos españolas en el puerto de Baiona, se señala que... "las costas se hallan llenas de corsarios ingleses" y en muestra de que "los naturales de esta provincia no han degenerado de su antiguo valor" se comunica al Rey que la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas "ha armado uno de sus navíos menores para la Guaira".

Lo habilitó en dos días y salió armado con veinte cañones y sesenta hombres de tripulación, resueltos a defenderse hasta el último extremo. También, en la misma carta, se dice que "se va a armar por particulares un corsario que se dedicará, en obsequio de Su Majestad, a perseguir a sus enemigos".
Acción de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas.
103. Acción de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. © Joseba Urretabizkaia
Rincón de Pasajes.
104. Rincón de Pasajes. © Joseba Urretabizkaia
La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas llegó a tener unos cincuenta barcos, la mayoría de los cuales tenían nombres sacados del santoral, con excepciones como la "Hermiona" y la "Amable Julia". Algunos tenían sobrenombres por los que eran más conocidos, como "La Peregrina", "El Pingüe", "La Chata" o "El Caballo Marino". Transportaban pasajeros, correo, libros y toda clase de mercancías. Puede decirse que durante una época constituyeron el medio de comunicación permanente entre Europa y América.

Pero se iban apreciando ya las señales de una próxima decadencia. Ya en 1776, y posteriormente en 1781, sendas Disposiciones Reales constituyeron la creación de compañías similares, cuyos derechos se asimilaban a los de la Guipuzcoana. Y en 1785 se fundió en la Real Compañía de Filipinas.

Aquí termina la vida de la Compañía (1728-1785), que cumplió los años más azarosos de la historia colonial de Venezuela.

A modo de epílogo diremos que restableció el contacto entre ambos mundos y que, además del trato comercial, supuso un medio de trasvase de ideas. No es pues casual que fuera Venezuela el foco de ideas liberales y emancipadoras de las Colonias.

Para Donostia supuso un robustecimiento de la vida municipal y una época de bienestar. Sin embargo, entre los puntos negros, que también los tuvo, está su aceptación de la esclavitud.
Baiona fue un activo puerto corsario durante toda la historia del corso vasco.
105. Baiona fue un activo puerto corsario durante toda la historia del corso vasco, incluso cuando ya éste comenzaba a declinar. © Joseba Urretabizkaia
Grabado de la desembocadura del río Deba.
106. Grabado de la desembocadura del río Deba. © Joseba Urretabizkaia

Ultimos corsarios

Pero la ingerencia creciente y más minuciosa de la Hacienda iba poniendo trabas y quitando rentabilidad al negocio del corso. En 1779 el Consulado de San Sebastián, propone por última vez armar un navío corsario.

En 1779 Deba se queja de que una pequeña embarcación corsaria inglesa merodeaba por sus costas, no disponiendo la villa de "cañón alguno", estando indefensa y sin pólvora. El comandante general de la plaza de Donostia, marqués de Bassecout, habla, también por estos años de "los corsarios enemigos que infestan estas costas". Y también se queja de la carencia de medios de artillería.

En 1783 España e Inglaterra, que volvieron a enfrentarse en este siglo, esta vez por el apoyo español a la independencia de EEUU, tras algún que otro desastre marítimo, lograron al fin firmar la paz.
La vecindad de la costa ha definido siempre el carácter de las actividades de sus moradores.
107. La vecindad de la costa ha definido siempre el carácter de las actividades de sus moradores.
© Joseba Urretabizkaia
Los corsarios vascos forman ya parte del recuerdo.
108. Los corsarios vascos forman ya parte del recuerdo. © Joseba Urretabizkaia
Y aquí empieza a desvanecerse el mundo corsario que nos ha ocupado y que más aún ocupó a nuestros antepasados durante siglos.

Sin embargo, al otro lado de la frontera, es precisamente a fines del siglo XVIII cuando aparecen las últimas grandes figuras del corso vascofrancés. Son figuras aisladas, nacidas para la vida de combates y aventuras novelescas, cuyas vidas parecen, a juicio de Iriart, sacadas de las páginas novelescas.
Pasajes.
109. Pasajes.© Joseba Urretabizkaia
Castillo de la Mota de Donostia.
110. 110. Algunos personajes guipuzcoanos navegaron en embarcaciones piratas extranjeras. Tal es el caso del alguetarra Joaquín de Iturbe, "Joaquín Xantúa", célebre bandolero que en su juventud fue pirata o corsario y navegó en dos cañoneras francesas. Terminó recluído en 1799 en el Castillo de la Mota de Donostia.
© Joseba Urretabizkaia
Ichetebe Pellot nació en Hendaya en 1765 y sus hazañas se extendieron por todos los océanos. Era reconocido por sus tretas, astucias y osadía.

Siguiendo la tradición de los piratas y lobos de mar de la literatura, casi siempre mutilados, tuertos y renegados, encontramos a Destebetxo, nacido en Donibane Lohitzun. Fue una pura cicatriz todo él, además de enjuto y feo y un indiscreto cañonazo le hizo la cirugía, amputándole las dos posaderas. Actuó sobre todo en aguas del Golfo de Bizkaia.

El filibustero Nicolás Juan de Laffitte nació en 1791 en Baiona, o en Ziburu, según otros. Tuvo su cuartel general en Nueva Orleans y fue en América donde desarrolló sus actos.
Ichetebe Pellot.
111. Ichetebe Pellot. © Joseba Urretabizkaia
En Baiona y en Donostia algunos nombres de calles guardan el recuerdo y la evocación de los corsarios vascos.
112. En Baiona y en Donostia algunos nombres de calles guardan el recuerdo y la evocación de los corsarios vascos. © Joseba Urretabizkaia
Nicolás Juan de Laffitte. (Dibujo de P. Tillac).
113. Nicolás Juan de Laffitte. (Dibujo de P. Tillac). © Joseba Urretabizkaia

El final

En 1802 la Ordenanza de Matrícula dispuso que "para que una embarcación, pueda armarse en corso, ha de preceder aviso del Comandante de Marina", con lo que se perdía el aliciente de lo imprevisto.

Sin embargo, hasta que no se firmó el "Tratado de París" en 1856, las patentes de corso, que habían estado mucho tiempo sin usarse, no fueron definitiva y oficialmente suprimidas.

Los hombres de nuestros muelles, tuvieron que limitarse a las actividades que nunca habían abandonado del todo y en las que también eran unos expertos.

El norte del destino es irreversible. Los tiempos modernos han venido a rubricar la esquela de nuestros antiguos corsarios.
Arreglando las redes.
114. Arreglando las redes. © Joseba Urretabizkaia
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