¿QUIEN HABITO Praileaitz I?

Hoy, cuando nos adentramos en esta cavidad y vamos recorriendo sus salas y galerías, imagi-namos un escenario de ese momento concreto del Magdaleniense Inferior, hace aproximadamente 15.500 años: un suelo empedrado con apenas algunos instrumentos y restos faunísticos en las cercanías del hogar de la entrada y varias agrupaciones de colgantes negros distribuidos en el vestíbulo y en la sala interior.

¿Qué significaba todo esto?

Quien habitó este lugar debió acudir a él para llevar a cabo no sólo labores cotidianas como las de sus vecinos más próximos. Todo apunta más bien a que en esta cueva sobre el Deba se desarrollaron actividades de tipo ritual y que hoy desconocemos. Tal vez las gentes del entorno acudieron allí para resolver algunos de sus problemas o inquietudes. Quizá para escuchar consejos.

Muchas preguntas en las mentes de estos cromañones antecesores a nosotros. Y muchas también en nuestras mentes de hoy.

Sabemos, sin embargo, que el lugar fue abandonado un día en torno a ese año del que nos separan más de quince mil. En esa fecha la cueva de Praileaitz I sufrió una repentina transformación. Una gran parte de la roca en la que se abre la cavidad se desgajó cayendo sobre el suelo, a escasos metros del hogar. Una mole de varias toneladas aplastó los alimentos almacenados y también uno de los collares. Uno de sus largos colgantes se rompió en dos.

En este espacio, para nosotros mágico, seguimos trabajando. Miles de años después, minuciosamente, con pequeños cuchillos y pinceles, vamos extrayendo lentamente la tierra y las piedras que han ido cubriendo y ocultando la historia de este lugar, intentando descubrir los más mínimos movimientos de nuestros remotos antepasados.