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viernes 22 noviembre 2024




Bertan > Los colgantes Magdalenienses de La cueva de Praileaitz I (Deba) > Versión en español: Las actividades rituales
Las actividades rituales.

Una faceta presente en todas las sociedades primitivas conocidas es la del importante desarrollo de las creencias relativas a los seres que pueblan la naturaleza y a los fenómenos que se dan en ella. En algunas existen personajes (chamanes, hombres medicina, hechiceros) que interpretan las señales o los signos que se manifiestan sobre la Tierra y que en cierta manera controlan; asimismo, transmiten y reviven el mundo de los mitos y creencias a la vez que orientan el destino de los individuos y colectivos. Pero los paralelos etnográficos deben de utilizarse con cautela. Tal como señalaba J.M. Barandiaran, "los hechos tienen la propiedad de colocarse dócilmente en serie a poco que se les alumbre de un solo lado. La semejanza de las formas es tentadora y puede conducirnos a conclusiones equivocadas".

Probablemente desde momentos muy antiguos del Paleolítico los seres humanos descubrieron la forma de modificar la apariencia de sus cuerpos con distintas sustancias y colorantes. La existencia de diferentes elementos naturales, que tras su adecuada preparación y utilización proporcionan variados colores, fue detectada hace miles de años. El ocre, también llamado hematites rojo, es abundante en la naturaleza, siendo llamativa su capacidad de tiznar. En ocasiones, se encuentran fragmentos de este material con planos estriados, que indican que de ellos se ha extraído polvo mediante abrasión. Su utilización ha sido muy amplia como lo demuestran los paralelos etnográficos de la vida cotidiana: curtir pieles, pintar el cuerpo o tatuarse. Además, su presencia se constata en contextos funerarios, ya que tradicionalmente se ha considerado su color equivalente al de la sangre, la salud y la vida

61. Al igual que sucede en algunos pueblos primitivos que hoy habitan diferentes lugares de nuestro planeta, probablemente en la cueva de Praileaitz I se utilizaron, para adornar sus cuerpos, además de collares u ocres, plumas de diferentes aves, semillas y frutos de vistosos colores. Plumas de pito real, zorzal alirrojo, azulón, becada, arrendajo y urraca, bellota de roble, semilla de muérdago y fruto de rosácea. 62. A la luz de una lámpara o de una tea, quien ocupó la cueva de Praileaitz I desarrolló en la sala interior actividades que hoy desconocemos, de las que nos han quedado 20 colgantes de piedra, 14 de ellos formando un gran collar. 63. Lápices de ocre hallados en la cueva de Praileaitz I. © Xabier Peñalver / Sonia San Jose
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